Desde el desconocimiento y la inocencia, ignoro las argucias del mal Espíritu, creyendo que me las sé. Justificaciones y excusas me invaden para hacer lo que no deseo y dejar de hacer lo que quiero. Sin verlas venir, como corderito me dejo influir. También guiado por el buen Espíritu, en quien me dejo imbuir. Recibiendo ciento por uno, que Dios sabe bien cómo hacer feliz al que le sigue.