Palabra de Dios
Otras lecturas: 2 Reyes 4:42-44; Salmo 145:10-11, 15-16, 17-18; Efesios 4:1-6
Lectio:
Comenzamos hoy un largo camino, siguiendo el capítulo 6 del evangelio de Juan. Paso a paso, el evangelista desarrollará el mensaje oculto tras un signo visible, algo frecuente en Juan,. Después de curar al ciego de nacimiento, explicará cuál es la verdadera ceguera: la de quienes se niegan a ver la realidad a la luz de Dios. El signo de hoy, dar de comer a la multitud, es el punto de partida para desarrollar una compleja teología sobre la eucaristía, y se convertirá también en un momento crítico para discernir quiénes creen en Jesús y quiénes optarán por abandonarle.
El signo que hoy vemos, dar de comer a 5.000 seguidores (no todos ellos creyentes), es el único milagro que relatan los cuatro evangelistas. Juan introduce ciertos detalles propios y nos proporciona así algunas claves para entender lo que nos dirá más tarde. En los sinópticos, la historia tiene lugar a la caída de la tarde, cuando se supone que la gente ha de volver a sus casas, con los riesgos que eso implica. De ahí la urgencia de los discípulos para que se marchen pronto: si tardan, desfallecerán por el camino. Más vale que Jesús les inste para que se vayan y busquen algo de comer en las aldeas vecinas. En Juan, tienen todo el día por delante, no hay necesidad de despedirlos, y es Jesús mismo quien les sugiere a los discípulos la posibilidad de darles de comer. Lo cierto es que no espera de ellos una solución sino una respuesta “desde la fe”. Y por eso es él quien comienza por dar instrucciones. El niño que presenta los panes de cebada y el pescado, suponemos que espontáneamente, sólo aparece en Juan.
Debemos recordar que Juan no relata la institución de la eucaristía durante la Última Cena, sino que en su lugar nos presenta a Jesús lavándoles los pies a los discípulos. Es precisamente ese clima de servicio de la Cena el que conecta con la compasión y solidaridad por la muchedumbre en que se enmarca el milagro. La acción de compartir el pan y el pescado está descrita con los mismos verbos que habían utilizado los sinópticos para describir los gestos de Jesús en la Última Cena: “tomó” los panes, “dio gracias a Dios” / “los bendijo”, y “los repartió”. Así, aunque estemos en un contexto “secular”, en campo abierto, tenemos un clima “eucarístico”. Y eso nos lleva a una serie de consideraciones de índole distinta. En primer lugar, la preocupación y la generosidad de Jesús reflejan la generosidad misma de Dios para con su pueblo: las alusiones al maná en el desierto; el contexto temporal, la Pascua; la historia paralela de Eliseo y multiplicación del pan que estaba destinado al profeta…, todos esos pequeños detalles nos ofrecen una dimensión teológica que supera los límites del mero “relato milagroso”. Como de costumbre, el malentendido entre la pregunta retórica de Jesús y la respuesta de Felipe; sobre todo, la falta de entendimiento y el egoísmo por parte de la gente, que sigue a Jesús porque han visto signos y no saben captar la dimensión más honda del pan compartido… Todo esto crea un contexto que está exigiendo la explicación que ofrecerá más tarde Jesús: el verdadero pan no es el que han comido, sino él mismo, pan bajado del cielo, verdadero don de Dios.
Meditatio:
Para quienes vivimos en el siglo XXI y nos enfrentamos a la realidad con una mentalidad secular, con los pies en el suelo, los milagros siguen siendo algo que supera nuestra capacidad de comprensión. Pero, aunque leamos el evangelio con ese condicionante, debemos admitir que tal vez el mayor milagro sea la fuerza de la solidaridad: cómo unos panes y unos peces, si estamos dispuestos compartirlos, pueden alimentar a una multitud. En ese sentido, el niño que ofrece lo poco que tiene es también un símbolo de la generosidad de Jesús y de Dios. A la pregunta de Jesús, la respuesta de Felipe se apoya tan sólo en los recursos materiales que se necesitarían para dar de comer a la gente. En cambio, Jesús da órdenes que desafían cualquier cálculo humano: “Díganles a todos que se sienten”… Con cuánta frecuencia escondemos nuestro egoísmo y nuestra falta de interés detrás de “razones técnicas”, evitando así nuestro compromiso con proyectos de solidaridad, caridad y servicio a los más desfavorecidos… En términos más modestos, ¿hasta dónde alcanza nuestra solidaridad? ¿Sólo hasta quienes pueden restituirnos lo prestado? Recordemos la advertencia de Jesús respecto a pensar y sentir como los paganos, invitando a quien nos invitará, amando a quien nos ama… (Lucas 6:34)
Oratio:
Reza por quienes padecen hambre y necesidades en nuestro mundo: para que los individuos y las organizaciones trabajen sin desmayo para resolver los problemas de la carencia de alimentos en tantos países deprimidos e incluso en numerosos sectores de nuestras sociedades acomodadas.
Reza por quienes pasan hambre de la Palabra de Dios y del Pan de Vida: para que descubran a Jesús, el único que puede satisfacer sus ansias de sentido y de esperanza.
Contemplatio:
Los próximos domingos nos ofrecerán un mensaje profundo en torno a Jesús como pan de vida. Hoy, fijémonos en la enseñanza de Jesús en torno al amor a los demás, la atención por quienes necesitan ayuda y, sobre todo, la mentalidad de quienes queremos entrar en el Reino de Dios. Volvamos a leer Lucas 6:27-36 y consideremos la última frase del pasaje: “Sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo.”
Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,
Sacerdote católico,
Arquidiócesis de Madrid, España