Lectio Divina 2014-junio-01: «Estoy con vosotros hasta el fin del mundo»

Mateo 28, 16-20
 
En aquel tiempo los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús había señalado, y, al verlo, lo adoraron. Algunos, sin embargo, habían dudado. Jesús se acercó y les dijo: —Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
 
 
[or] Otras lecturas: Hechos 1:1-11; Salmo 47:2-3, 6-7, 8-9; Efesios 1:17-23

 

[h1] Lectio:

            Siguiendo las directrices del Leccionario oficial, el pasaje evangélico que ha de leerse hoy está tomado de Mateo. Y hemos de admitir que hay algo peculiar e inesperado en esta opción litúrgica. En primer lugar, si excluimos el “final largo” de Marcos, Mateo presenta el relato más breve de la Resurrección y, además, no hay mención alguna de la Ascensión del Señor. De hecho, la única aparición “individual” es la de “las dos Marías” que van al sepulcro. Después de ese corto pasaje en el que solamente toman parte Jesús, un ángel, los soldados que hacían guardia y las dos mujeres (28:1-10), hay otra aparición “colectiva” a los “Once”, ya que el “Duodécimo”, Judas, ha muerto. No hay más apariciones ni, como he dicho, mención de la Ascensión, ni siquiera una alusión a Pentecostés. Es sorprendente el contraste con la versión que ofrece Lucas de aquellos mismos acontecimientos (Hechos 1:1-12; 2:1-36).

Sin embargo, nuestro fragmento presenta un número detalles especiales que merecen nuestra atención y, en cierto modo, explican tales omisiones. De alguna manera, en estos pocos versículos (28.16-20) Mateo resume todo su evangelio mediante una serie de alusiones que sus lectores debían de entender con gran facilidad. El contexto, como siempre, es esencial: esta última aparición tiene lugar en “la montaña” donde se habían reunido los discípulos, tal como Jesús les había indicado. En tres momentos de especial importancia menciona Mateo una “montaña”. En 4:8, cuando el diablo le ofrece “todos los países del mundo y la grandeza de ellos”: ahora, Jesús aparece como dueño de “toda autoridad en el cielo y en la tierra” precisamente porque no aceptó la oferta del tentador, sino los planes y designios de su Padre. En 5:7, al comienzo del “Sermón de la Montaña”, donde había enseñado las directrices que habrían de seguir quienes quisieran entrar en el Reino de los Cielos: ahora, ordena a los discípulos que vayan a todas las naciones y les “enseñen a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”. Por último,  en 17:1, el relato de la Transfiguración: entonces, el Padre les había dicho a los discípulos, “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido: escúchenlo”; ahora es el momento d ejercer esa autoridad.   

            Está también la actitud de los discípulos. El versículo 28:17, aunque esté sujeto a interpretaciones diversas, puede entenderse legítimamente como ”Cuando vieron a Jesús, lo adoraron y dudaban” Nada habría de extrañarnos tal simultaneidad que nos recuerda otro pasaje donde los verbos “adorar” y “dudar”, “vacilar” también aparecen juntos sin que nos hieran los oídos. Podemos encontrar esa combinación cuando el evangelista describió a Pedro hundiéndose en las aguas a causa del miedo (Mateo 14:22-32). Jesús le reprocha su “poca fe” y sus “dudas”… e inmediatamente leemos que los discípulos le “adoraron”. La fe, la adoración y la duda pueden coexistir en una Iglesia formada por creyentes que son a un tiempo santos y pecadores.

            Al cabo, aunque Mateo no mencione explícitamente una “Ascensión”, tenemos el sentimiento implícito de que Jesús los deja: ningún Maestro al que le han dado “toda autoridad en el cielo y en la tierra” confía a sus discípulos una misión como es hacer discípulos de todas las naciones, bautizarlos y enseñarles cuanto les ha mandado. Todavía más: tal como leíamos la semana pasada en el Evangelio de Juan, la ausencia de Jesús será meramente física, ya que él será fiel a su promesa: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (28:20).

 

[h2] Meditatio:

            Existe una gran diferencia entre los textos de Mateo y Lucas en la liturgia de hoy. Pero si vamos más allá de los detalles en torno a la manera en que los dos evangelistas relatan la partida del Señor, su vuelta al Padre, hay un énfasis subyacente común: la misión confiada a los discípulos. En el caso de Hechos, Jesús no les dice que den un paso especial o que emprendan una acción particular. Sencillamente les anuncia que, después de la venida del Espíritu santo, se convertirán en testigos suyos “en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra” (Hechos 1:8). Nada más. Hay, pues, una coincidencia básica con la misión que se les confía en el Evangelio de Mateo. Y quizás otro énfasis común: han de mantener los pies sobre la tierra: la fe no es una estéril e ilusa mirada hacia el cielo, sino una actitud de espera activa de la vuelta del Señor. ¿Somos conscientes de la tarea que, siguiendo a los Once, estamos llamados a llevar a cabo? ¿O pensamos que ser testigos es una responsabilidad exclusiva de los misioneros oficiales? Desde nuestra situación y vocación particulares, ¿cómo podemos llevar a cabo nuestra respuesta al envío de Jesús?

 

[h3] Oratio:

            Reza por quienes se sienten abandonados e incapaces de responder eficazmente a su vocación cristiana: para que recuperen “la esperanza a la que han sido llamados” y renueven su deseo de responder en fidelidad a Jesús.

            Recemos por nosotros mismos: para que en esta semana que precede a la celebración de Pentecostés sepamos preparar nuestras mentes y nuestros corazones para la renovación que nos traerá la presencia del Espíritu Santo.

 

[h4] Contemplatio:

            Vuelve la mirada a tu “historia cristiana”. Trata de recordar los momentos en que sentiste a Jesús más cerca de ti. Y aquellos en los que te sentiste completamente abandonado, como si te hubiera dejado solo. Ahora que ya han pasado esas experiencias, ¿qué lecciones puedes sacar de ellas?

 

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,

Sacerdote católico,

Arquidiócesis de Madrid, España

 


Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad