Lectio Divina 04-05-2014: «Quédate, es tarde» (Camino a Emaús)

13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.
14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.
15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.
16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?
18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; (…) 
 
 
20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.
22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;
23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.
24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
25 Entonces él les dijo: !!Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos.
29 Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.
30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos,
34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.

 

Otras lecturas: Hechos 2:14, 22-33; Salmo 16:1-2, 5, 7-8, 9-10, 11; 1 Pedro 1:17-21

 

[h1] Lectio:

            “Aquel mismo día [el primero de la semana] dos de los discípulos se dirigían…” La construcción de tiempo, “Aquel mismo día”, puede parecer un mero detalle sin importancia en el relato de Lucas, pero en realidad revela y subraya una rasgo peculiar de este “apartado de la Resurrección” de su evangelio. Todos los acontecimientos referentes a la resurrección del Señor hasta la Ascensión, parecen desarrollarse, uno tras otro, en un único día (al menos, no hay indicación alguna de que se llegase a interrumpir la serie). Así que estamos en el domingo siguiente a “lo que ha pasado allí en estos días”. Los dos discípulos que se dirigen a Emaús, han estado en Jerusalén y han debido presenciar el proceso, ejecución y entierro de Jesús, el “profeta” en quien habían puesto la esperanza de una nueva era para Israel: debía haber liberado a su pueblo de la opresión romana… y ya han pasado tres días desde su muerte sin ninguna señal del cumplimiento  de sus promesas. No es difícil imaginar el tipo de “conversación” que debían estar manteniendo mientras “se dirigían…”  Si aquello hubiera ocurrido en nuestra época, podríamos pensar en los seguidores  de un candidato a la presidencia que hubiera perdido las elecciones. “Nosotros teníamos la esperanza de que…”Los sentimientos de frustración, desencanto y fracaso son comunes en todo tipo de naufragio. La diferencia es que aquí se trata de un proyecto referente a la llegada del Reino de Dios… Este es el contexto. A partir de aquí, permíteme que realice la misma tarea que puedes reconocer por otras Lectiones anteriores: ofreceré tan sólo algunas pistas o sugerencias de un texto cargado de alusiones y referencias constantes a otros pasajes de la Escritura.

            “… dos de los discípulos se dirigían…” En el pasaje son numerosos los verbos que indican movimiento: “dirigirse” es el más sencillo, pero todos ellos están relacionados con un concepto básico para entender el evangelio de Lucas. En cierto sentido, la vida de Jesús es un viaje, un camino cuya meta es Jerusalén, donde morirá y recibirá la gloria de la resurrección. Debemos recordar la palabra tan especial de la Transfiguración: Moisés y Elías hablaban con Jesús  de “su éxodo” (Lucas 9:31). En cierto sentido, el viaje de los discípulos de Jerusalén a Emaús y su vuelta es una parábola de la propia historia de Jesús: en el evangelio de Lucas, todo había empezado en el Templo, con el mensaje a Zacarías y el anuncio de la salvación que estaba a punto de realizarse en favor de Israel. Y todo, la muerte y la gloria, terminaba también en Jerusalén. Los dos discípulos se habían marchado de la ciudad como si quisieran dejar atrás lo que había sido el escenario de un triste final para la carrera prometedora de un profeta “poderoso en hechos y palabras”. Pero, y este es el final inesperado e increíble de su viaje, volverán para anunciar la noticia gozosa de su encuentro con el Cristo resucitado.

            Mientras camina con  ellos, Jesús adopta el enfoque “teológico” y les ex plica los que habían anunciado la Ley y los Profetas sobre él y cómo todo lo que era preciso según los planes de Dios se había ejecutado y cumplido debidamente. Más tarde, en su nueva aparición en Jerusalén (24:44), recurrirá también a una tercera parte de la Escritura, los Salmos. Pero la ciencia bíblica no parece resultar efectiva para superar la incredulidad y el desencanto de los discípulos. Sólo cuando comparten una comida y ven a Jesús partiendo el pan “se les abrieron los ojos”. Un par de observaciones en torno a este texto. Aunque no habla expresamente de una comida eucarística, están presentes todos sus detalles. Las palabras para describir los gestos de Jesús son las mismas utilizadas en la multiplicación del pan y en la Última Cena. Y encontramos incluso un “término técnico”: cuando regresan a Jerusalén, los discípulos les contarán a los otros que reconocieron a Jesús, no por la voz o al verle el rostro, si no “én tê klasei toû ártou”, “en la fracción del pan” (24:35; véase Hechos 2:42; 7:11). Además, es “el primer día de la semana”, el comienzo de la nueva creación  en la muerte y resurrección de Jesús: lo mismo que les había pasado a Adán y Eva después de comer de la fruta prohibida (Génesis 3:7), también a ellos “se les abrieron los ojos”, no a un mundo bajo el poder del pecado y de la muerte, sino bajo el signo de la resurrección de Jesús: su muerte salvadora ha vencido a la muerte y ha abierto el camino hacia la vida eterna. Y. así, pueden ver la realidad bajo la luz de la esperanza cristiana.

 

[h2] Meditatio:

            El texto es tan rico que puede suscitar preguntas sobre un buen número de dimensiones básicas de nuestra vida cristiana. Permíteme sugerir un par de ellas. El concepto de “camino” usado para definir la vida de Jesús puede aplicarse también a nuestra andadura como creyentes: Lucas habla de los cristianos como los que “seguían el Camino” (Hechos 9:2; 16:17; 24:14, 22). ¿En qué medida hemos transformado ese estilo dinámico en una religiosidad “sedentaria”? ¿Por qué insistimos y nos apoyamos tanto en la exposición teológica de nuestra fe, en vez de en los gestos que la gente pudiera en verdad entender? ¿Es la comida eucarística de nuestras Iglesias un auténtico signo de que compartimos la misma vida, o la hemos reducido a una pobre rutina piadosa? ¿Dejamos que la gracia de Dios nos “abra los ojos” para reconocer al Señor en quienes caminan a nuestro lado, o con los que nos cruzamos en la orilla de la vida (Juan 21:12-13), o nos muestran las heridas de su dolor (Juan 20:27-29)? 

 

[h3] Oratio:

            Reza por quienes sufren bajo la carga del duelo por la pérdida de un ser querido: para que encuentren el consuelo de la esperanza cristiana en los gestos de compañía y comprensión compartidas de los demás y puedan también descubrir el rostro del Cristo resucitado.

            Da gracias por las mil razones que tenemos para mantenernos firmes en el seguimiento de Jesús: incluso el humilde hecho de leer estas páginas es un signo de su llamamiento a la salvación que sólo él nos puede dar.

            Reza por quienes han perdido la esperanza en sus vidas: para que encuentren una comunidad cristiana en la que puedan comunicarse con el Cristo vivo.

 

[h4] Contemplatio:

            Admitamos que en demasiadas ocasiones nuestras celebraciones eclesiales, incluyendo la eucaristía, están bastante lejos de ser gozosas o de hacer que nos “arda el corazón”. Aunque esto te suponga un auténtico esfuerzo, trata de asistir a la próxima misa o celebración religiosa con los ojos abiertos y dispuestos a reconocer al Señor. Y, seamos realistas, si esto no da resultado, repite humildemente y con confianza: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde…”

 

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,

Sacerdote católico,

Arquidiócesis de Madrid, España


Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad