2016-03-25 Viernes Santo. Adoración de la Cruz

 

Nos encontramos frente a Ti Cristo, hermano nuestro, crucificado por nosotros, contemplando tu actitud en aquel momento de máximo dolor, cómo diriges tu mirada hacia el Padre, pidiéndole perdón por toda la humanidad: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.

Cuánto queremos unirnos a Ti en tu diálogo con el Padre. No miras todo el mal que te rodea, sino que ves una humanidad necesitada, sin conciencia de lo que está haciendo, arrebatas para nosotros, para mí, el perdón del Padre. También queremos hacer nuestra tu súplica por toda la humanidad, por todos los que no han querido estar aquí. Oramos por ellos, con la certeza de que nuestra oración está unida a la tuya, Cristo, y que se cumplirá tu promesa de que “el que pide, recibe”.

 

Queremos pedir con esa fe que, si es capaz de mover montañas, también podrá mover corazones. Pedimos por aquellos amigos, familiares y conocidos nuestros que viven lejos de Ti, porque no saben de Tu amor… Y sabemos que el milagro se dará. Te pedimos para que esta oración dé frutos de conversión en nuestro corazón, porque sabemos que la verdadera oración tiene este sello: que después ya no seremos las personas de siempre. Queremos sentirnos necesitados de tu cruz, de que Tú nos salves, para poder vivir conforme al nombre que Tú nos mereciste: como hijos de Dios. Hijos de nuestro Padre Celeste, para siempre. No sólo ahora, frente a esta cruz, sino en cada momento de nuestra vida. Así como un hijo ama a su padre no solo el tiempo que está con él, sino que lo ama las 24 horas del día, también nuestra oración quiere transformarse en un estado constante de amor a Ti, a nuestro Padre Celeste. Amaros a vosotros, Santa Trinidad, con todo nuestro corazón, toda nuestra mente y todas nuestras fuerzas, es buscar que nuestros pensamientos sean tus pensamientos, uniendo nuestra voluntad a la tuya.

 

Sabemos que la oración no puede ser algo externo, debe ser un estado de nuestro corazón, un estado de escucha atenta y de intimidad con Dios, un estado de sencillez y pureza de corazón, un estado contrito y de humildad, afectuoso, lleno de la ternura del amor, un estado de súplica insistente, confiando en tu poder; un estado apostólico de intercesión…un estado que nos hace reconocer que somos hijos tuyos y que somos amados por ti. Que en este momento de oración podamos descubrir que somos hijos de un Padre Celeste que nos ha amado tanto que ha entregado a su Hijo para salvarnos y que fuésemos felices.

 

Canto

ORACIÓN AL CRISTO DEL CALVARIO

1) En esta noche, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

2) ¿Cómo quejarme de mis pies cansados
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

1) ¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la Cruz alzado y sólo estás?
2 ¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

1) Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas las dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

2) Y sólo pido, no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

 

† Lectura del santo Evangelio según San Juan (19,16-42)

Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y El cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con El a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos.» .Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: «El Rey de los judíos», sino: «Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos».» Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito.» Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.

 

 

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.» Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

 

 

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado – porque aquel sábado era muy solemne – rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con El. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo – aquel que anteriormente había ido a verle de noche – con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

 

Canto

Reflexión del papa Francisco sobre el viernes Santo

[…] Jesús alcanza la completa humillación con la “muerte de cruz”. Se trata de la muerte peor, la reservada a los esclavos y a los delincuentes. Jesús era considerado un profeta, pero muere como un delincuente. Contemplando a Jesús en su pasión, encontramos la respuesta divina al misterio del mal, del dolor, de la muerte. Muchas veces sentimos horror por el mal y el dolor que nos rodea y nos preguntamos: “¿Por qué Dios lo permite?”. Es una profunda herida para nosotros ver el sufrimiento y la muerte, ¡especialmente la de los inocentes! Cuando vemos sufrir a los niños, es una herida en el corazón, el misterio del mal, y Jesús toma todo este mal, todo este sufrimiento sobre si. En este día nos hará bien a todos nosotros besar el crucifijo, besar las llagas de Jesús, besar el crucifijo. Él ha tomado sobre sí el sufrimiento humano, se ha “endosado” todo ese sufrimiento.

Nosotros esperamos que Dios en su omnipotencia derrote la injusticia, el mal, el pecado y el sufrimiento con una victoria triunfante. Dios nos muestra en cambio una victoria humilde que humanamente parece un fracaso. Podemos decir que Dios vence en el fracaso. El Hijo de Dios, de hecho, aparece en la cruz como un hombre derrotado: sufre, es traicionado, es insultado y finalmente muere. Pero Jesús permite que el mal se encarnice con Él para vencerlo. Su pasión no es un incidente; su muerte – esa muerte – estaba “escrita”. No tenemos explicación, es un misterio desconcertante, el misterio de la gran humildad de Dios: “Dios amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3,16).Este día pensemos mucho en el dolor de Jesús y digámonos a nosotros mismos: esto es por mi, aunque yo hubiera sido la única persona en el mundo, El lo habría hecho, lo ha hecho por mi. Besemos al crucificado y digamos, por mi, gracias Jesús, por mí.

 

Cuando todo parece perdido, cuando ya no queda nadie porque golpearán “al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño” (Mt 26,31), entonces es cuando interviene Dios con el poder de la resurrección. La resurrección de Jesús no es el final feliz de un bonito cuento, no es el happy end de una película, sino la intervención de Dios Padre, es allí donde se funda la esperanza humana. En el momento en el que todo parece perdido, en el momento del dolor en el que tantas personas sienten como la necesidad de bajar de la cruz, es el momento más cercano a la resurrección. La noche se hace más oscura precisamente poco antes de que empiece la mañana, antes de que empiece la luz. En el momento más oscuro interviene Dios y resucita.

Jesús, que eligió pasar por este camino, nos invita a seguirlo en su mismo camino de humillación. Cuando en ciertos momentos de la vida no encontramos vía de escape a nuestras dificultades, cuando nos hundimos en la oscuridad más espesa, es el momento de nuestra humillación y expoliación total, la hora en que experimentamos que somos frágiles y pecadores. Y precisamente entonces, en ese momento, que no debemos enmascarar nuestro fracaso, sino abrirnos confiados a la esperanza en Dios, como hizo Jesús. Queridos hermanos y hermanas, en este día nos hará bien coger el crucifijo en mano y besarlo muchas veces, y decir: gracias Jesús, gracias Señor. Así sea.

 

Canto

Silencio

Adoración y besado de crucifijo

 

Petición ante la Cruz por las necesidades del mundo:

Ahora vamos a presentar ante la Cruz de Cristo todos los dolores, sufrimientos y cruces del mundo.

Oremos por los Migrantes y Refugiados:

Señor,  Dios. Tú, que has creado todos los pueblos a tu imagen, te adoramos. Elevamos nuestros corazones y nuestras voces hacia Ti.Te pedimos por los países y los pueblos, de donde han huido los refugiados.

Que la paz entre los pueblos, la reconciliación a todos los niveles y el desarrollo humano para todos, pueda convertirse en realidad.Te pedimos por los países de origen de todos los emigrantes, que buscan mejores condiciones de vida, para ellos y para sus familias. Te pedimos por sus jefes, para que se comprometan con el bienestar de su pueblo. Te pedimos por los « extranjeros » que viven en nuestros países, que terminan en los suburbios y en los barrios pobres de  las grandes ciudades, donde comparten su vida con los marginados o con los que están sin trabajo. Te pedimos por todos los que tienen el poder de decidir los acuerdos y las leyes internacionales. Que miren, no sólo por los intereses de sus propios países, sino que tomen en consideración la situación de los países pobres del mundo.

Abre nuestros corazones, nuestras casas y nuestras iglesias a los extranjeros, refugiados y a todos los que buscan asilo político. Que se sientan acogidos e integrados en nuestra sociedad.Te pedimos por todos los cristianos y por los hombres y mujeres de buena voluntad. Que la comunidad cristiana nacida de Pentecostés, en la « diferencia de culturas », se abra a los emigrantes, no sólo para acogerlos, sino sobre todo para crear la « comunión” entre las diferentes comunidades y vivir así la universalidad de la IglesiaTe lo pedimos por Cristo Nuestro Señor, que era un refugiado y que ha plantado su tienda entre nosotros. Amén.

 

Oremos por las victimas del terrorismo:

Dios todopoderoso y eterno, de infinita misericordia y bondad, con el corazón apesadumbrado, acudimos a Ti. Escucha nuestra oración, ten misericordia de nuestro pueblo, atiende las súplicas de quienes te invocan
en esta hora de tribulación y de prueba. Te pedimos, Dios de la vida, por las víctimas mortales de los brutales atentados de terrorismo. Son hijos tuyos; son hermanos nuestros. Nunca debían haber muerto en estas circunstancias. Padre Nuestro, acógelos en tu seno. Visita, Dios consolador, a los familiares de las víctimas. Son también inocentes. Reviste con tu manto de misericordia y de amor las llagas de su corazón y de sus almas ateridas e pedimos, Señor de los pueblos y Rey de las naciones, por España y por todos los pueblos que sufren el zarpazo de la violencia y del terrorismo. Señor Crucificado,compadécete de nosotros,
intercede por nosotros. Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Salud de los enfermos, consoladora de los afligidos, reina de la Paz y de las familias. Ruega por nosotros. Amén.

 

Oremos por las victima de la violencia de género:

Dios de Amor y Creador del universo, existen hogares en nuestro mundo donde las personas viven con temor a la violencia. Para estas familias el hogar no es un lugar seguro, sino un lugar de peligro y dolor. Dales la fuerza y la sabiduría que necesitan para vencer la arrogancia, el temor y la división. Dales la gracia para resolver los conflictos sin violencia y para establecer relaciones basadas en el espíritu de amor y paz de Nuestro Señor Jesucristo. Dios de la Misericordia, muchos les hemos dado la espalda a las personas abusadas. Abre nuestros corazones al dolor de los que sufren. Ayúdanos a llegar a ellos con amor y comprensión. Dios de la Esperanza, en ti confiamos abriendo nuestras vidas a tu fortaleza, tu sanación y tu amor. Enséñanos que la paz solamente llegará a nuestro mundo, por medio de la paz en nuestros corazones y en nuestros hogares. Amén.

 

Oremos por las victima de la homofobia:

Dios y Padre nuestro, tú sabes del dolor que aquellos hermanos perseguidos, odiados, torturados por su orientación sexual o por su identidad de género en todas las partes del Mundo. Protégelos del odio y de la maldad, ayúdales a escapar de los lobos que los persiguen, da alivio a los hermanos afligidos y protección a los que tienen miedo. Ofréceles tú mano para resistir, para luchar y librarse de los que los persiguen. Y como un Padre estrecha en sus brazos a su niño, estréchalos tú en tu amor. Amén.

 

Oremos por los enfermos:

Señor Jesucristo, que para redimir a los hombres y sanar a los enfermos quisiste asumir nuestra condición humana, mira con piedad a nuestros hermanos enfermos y necesitados de ser curados en el cuerpo y en el espíritu. Reconfórtalos con tu poder para que levanten su ánimo y puedan superar todos sus males; y ya que has querido asociarlos a tu Pasión redentora, haz que confíen en la eficacia del dolor para la salvación del mundo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

Oremos por todas nuestras necesidades:

Señor Jesucristo, te pedimos por las necesidades de la humanidad entera. Tú sabes lo que más es urgente y lo que es bueno por cada uno de nosotros. Te pedimos que nos acompañe y guie en el camino de la vida y que tu amor nos proteja siempre. En tus manos ponemos nuestra debilidad y nuestras dificultades. Te presentamos nuestra comunidad porque llena de ti, proclame tu amor y tu misericordia. Cuida y protege la familia humana y cúbrenos con tu ternura. Amén.

 

Nuestra petición personal

Padre Nuestro

Bendición

Que el Señor nos bendiga y nos proteja. Que el Señor nos muestre su rostro, tenga misericordia de nosotros y nos conceda la paz. Así invocaremos el nombre del Señor y Él nos bendecirá.

 

 

 


 

Cantos Adoración a la Cruz

 

Crucem tuam

Crucem tuam adoramus

Domine, resurrectionem tuam

laudamus Domine.

Laudamus et glorificamus.

Resurrectionem tuam laudamus Domine.


In manus tuas, Pater

In manus tuas, Pater commendo spiritum meum

In manus tuas, Pater, commendo spiritum meum

 


Busca el silencio

Busca el silencio,

Ten alerta el corazón.

Calla y contempla.

 


 

No adoréis a nadie

No adoréis a nadie, a nadie más que a Él

No adoréis a nadie, a nadie más que a Él

no adoréis a nadie, a nadie más

no adoréis a nadie, a nadie más

no adoréis a nadie, a nadie más que a Él.

No pongáis los ojos en nadie más que Él,

no pongáis los ojos en nadie más

no pongáis los ojos en nadie más que en Él.

Porque sólo él os puede sostener/

no adoréis a nadie, a nadie más/

no adoréis a nadie, a nadie más que a Él.

 


Misericordias Domini

La misericordia del Señor

cada día cantaré.

Misericordias Domini,

In aeternum cantabo

 

 

 


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