Ayer pasé hora y nedia con mi madre enseñándola a configurar el móvil como ella lo necesita. No tuve la sensación de estar haciendo nada especial. Simplemente estar con ella y ayudarla en algo que para ella es útil e importante. Esta mañana me llamó por teléfono para preguntarme si quería un poco de ensaladilla rusa. Yo le dije que no me venía muy bien ir a buscarla, que estaba tranquilo en casa, que no quería salir y le dije que no se preocupara, que tenía comida. Esta mañana escuchaba el timbre de la puerta sin acertar a imaginar quién podía ser. Era mi madre con un táper de ensaladilla rusa que “pasaba por allí” sin más después de comprar en el supermercado. Le di un beso, se lo agradecí y antes de que diera cuenta seguía su camino agradeciéndome que todo lo que necesitava en el móvil le funcionara. No caí en la cuenta del valor que tuvo ese rato que pasé con ella arreglándole el móvil. Hoy caigo en la cuenta mientras me termino una ración de ensaladilla rusa.