De decisiones se construye la vida humana.
La vida espiritual no escapa a esta ley universal. Las decisiones, como intenciones de nuestra voluntad (potencia del alma donde expresamos nuestro libre albedrío), nos hacen caminar. No son los actos, ni sus éxitos o fracasos, sino la recta intención lo que nos hace ir hacia adelante y ascender.
Y siempre hay opciones. Siempre se nos dan opciones.
Pan o vino; cuerpo o sangre; servicio o martirio.
¿Cuando toma el alma esta decisión? Pues no se sabe … pero se sabe.
Tal vez sea el día de la primera conversión, o el día de la primera comunión, o en la confirmación, o el día de la primera crisis de fe, o en el segundo encuentro, o el día en que la locura ya abarca todo, o el día en que se asume que no hay vida sin Él.
Pues no se sabe … pero se sabe. Él lo sabe y el alma lo sabe.
No me ha extrañado que el Corpus Christi me pillara en Fátima para recordarme esto.