2021-04-29 Oración ecuménica: La resurrección de Jesús

Esta oración ecuménica tiene lugar el 29 de abril de 2021 de 20:30h a 21:30h por vídeo conferencia en el siguiente ENLACE. En medio de un año de pandemia, necesitamos buenas noticias, necesitamos contemplar la realidad de un modo distinto para reconocer cómo aparece Jesús resucitado en cada una de nuestras vidas. Ninguno de los discípulos, ni siquiera María Magdalena, la primera a quien Jesús resucitado se apareció, fueron capaces de reconocerle en primera instancia. ¿En qué reconoces a Jesús resucitado? Su cuerpo glorioso, pese a haber resucitado, conserva las heridas de la pasión. El Cristo crucificado sonriente de Javier (a la izquierda en la imagen) y el Cristo resucitado de Bramantino (en el medio), que llora por nosotros, nos muestran que la alegría convive en medio del sufrimiento y es posible encontrar la paz de la resurrección en medio de luces y sombras. A María Magdalena y Juan, el discípulo amado de Jesús, les costó menos trabajo que al resto reconocer a Jesús por lo mucho que le querían. Hoy comenzamos esta oración con el deseo de reavivar ese amor afectivo por nuestro Señor, que nos hace desear y buscar estar con Él, ese amor íntimo que es todo comunicación desde lo más hondo de nuestro ser y ese amor solícito que nos mueve a cuidar de nosotros, cuidar de los demás y construir el Reino de Dios.

Canción: “Mi universo”, Jesús Adrián Romero:
https://youtu.be/3tSz1I1XogE

A continuación contemplamos la soledad de María Magdalena y su desconsuelo antes de reconocer a Jesús resucitado. Ella se preguntaría, ¿y ahora, qué? Se han llevado a mi Señor. Fue de madrugada al sepulcro, buscó pero no lo encontró. Vinieron Pedro y Juan, el discípulo amado, y se fueron porque tampoco lo vieron. María, sin embargo, se quedó allí y porque perseveró, encontró a Jesús. María reconoce a Jesús por la afectividad e intimidad de su amor por Él.

Juan 20, 11-31María estaba fuera, llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó y miró dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto. Al decir esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo recogeré. Jesús le dijo: “¡María!” Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: ¡Raboní! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: Suéltame porque todavía no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos, y diles: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios». Fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y que Él le había dicho estas cosas.

Canción: “Jesús”, Ain Karen:

https://youtu.be/Y_fbZR3PQUM

Cuando Jesús resucitado se aparece a sus discípulos, se hace presente en medio de ellos. Por los evangelistas no sabemos lo que vieron u oyeron. Sin embargo, sabemos con certeza que lo sintieron y vivieron y que aquella experiencia les transformó. Reformaron sus vidas, ¿Qué es lo que Dios me pide que reforme en mi vida? No lo hicieron para encontrarse mejor o ser mejores sino para que su vida fuera más de Jesús, más de Dios.

Juan 21, 1-14Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberíades y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: Me voy a pescar. Ellos le dijeron: Nosotros también vamos contigo. Fueron y entraron en la barca, y aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado? Le respondieron: No. Y Él les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca. Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba, dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Oyendo, pues, Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se la había quitado para poder trabajar), y se echó al mar. Pero los otros discípulos vinieron en la barca, porque no estaban lejos de tierra, sino a unos cien metros, arrastrando la red llena de peces. Entonces, cuando bajaron a tierra, vieron brasas ya puestas y un pescado colocado sobre ellas, y pan. Jesús les dijo: Traed algunos de los peces que habéis pescado ahora. Simón Pedro subió a la barca, y sacó la red a tierra, llena de peces grandes, ciento cincuenta y tres; y aunque había tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: Venid y desayunad. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo que era el Señor. Jesús vino, tomó el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.

En el encuentro con Jesús, el ánima queda caliente, se siente consolada, el fervor caldea el corazón hasta hacerlo arder. La consolación que proviene del resucitado va acompañada de alegría y paz que se regala gratuitamente. Si nos fiamos de Jesús, tenemos en abundancia hasta no poder sacar la red por la gran cantidad de peces. El discípulo amado reconoce a Jesús porque afectivamente es el que más cerca está de Él. Aparece un banquete eucarístico de pan y pescado.

Tras el encuentro y el banquete eucarístíco, Jesús llama a Pedro (y a cada uno de nosotros) a la misión de construir el Reino de Dios preguntándole tres veces. Aquí en el diálogo entre Jesús y Pedro se alternan el “amor ágape” o amor incondicional, gratuito y divino de Dios y el “amor filio” o amor fraterno, de amistad profunda entre hermanos.

Juan 21, 15-17Entonces, cuando habían acabado de desayunar, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas [ágape] más que estos? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero [filio]. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos. Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas [ágape]? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero [filio]. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres [filio]? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres [filio]? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero [filio]. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

Romanos 10, 11-15Pues la Escritura dice: TODO EL QUE CREE EN ÉL, NO SERÁ AVERGONZADO. Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; porque: TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SERÁ SALVO ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡CUÁN HERMOSOS SON LOS PIES DE LOS QUE ANUNCIAN EL EVANGELIO DEL BIEN!

Canción: “Enciende una luz”, Marcos Witt:

https://youtu.be/68WW8GZotIw

Espacio de silencio (5 minutos)

Espacio para compartir peticiones, vivencias y acción de gracias

Padrenuestro.

Oración comunitaria: Señor Jesucristo, te pedimos tu protección e intercesión ante el Padre por toda la comunidad LGTBI, por todos aquellos hermanos que sufren en la soledad, que se sienten solos, que son perseguidos, que no son aceptados en su entorno más cercano. Y te damos gracias y pedimos por CRISMHOM, para que construyamos Reino y seamos luz y faro de nuestra comunidad LGTBI de Madrid.

Bendición: Que el Señor nos bendiga y nos proteja. Que el Señor nos muestre su rostro, tenga misericordia de nosotros y nos conceda la paz. Así invocaremos el nombre del Señor y Él nos bendecirá.

Conclusión: Para sostener la misión que Dios nos da, contemplamos el amor de Dios y de mujeres y hombres, haciendo memoria agradecida de todo el bien recibido. Contemplamos y reconocemos cómo se hace presente en la cotidianeidad de nuestra vida, en el trato íntimo, en la maravilla de la creación. Contemplamos cómo Dios trabaja en cada uno de nosotros con modos y formas a veces un tanto desconcertantes. Un amor y una fuerza de la que no nos podemos apropiar porque tras haber puesto todos los medios, esfuerzo y dedicación, hay un punto del amor que desciende directamente de Dios.

Pau Doné, guitarrista, cantante y compositor, más conocido por su nombre artístico, «Jarabe de Palo», grabó el vídeo que se muestra a continuación durante la pandemia del COVID, en mitad del confinamiento, en la terraza de su casa en Barcelona y forma parte de su último álbum, «Tragas o escupes». Padecía, desde hacía un tiempo, de un cáncer de colón que terminaría con su vida tan sólo tres semanas después de grabar este vídeo. Mientras canta, se le ve en ocasiones sentado en una banqueta porque probablemente no tendría fuerzas para mucho más. Aparece una chica bailando con una máscara: es su hija, entonces con dieciséis años. La canción está dedicada a ella y a muchas personas que se interesaron por él durante su enfermedad. Esta canción es una memoria agradecida a todos ellos que le hicieron caer en la cuenta de lo feliz que le habían hecho a pesar de su enfermedad.  Esta situación le permitió recuperar el tiempo perdido y especialmente a recuperar la relación con su hija. La imagen que muestra el vídeo es la de un moribundo que irradia vida por los cuatro costados. Quizá, a su manera, también reconoció a Jesús resucitado, al mismo que llamó a María Magdalena por su nombre, al mismo que hoy a ti y a mí nos llama por nuestro nombre.

Canción: “Eso que tú me das”, Jarabe de Palo:

https://youtu.be/hE6CsyWv8Zs


Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad