Monición introductoria:
Nos congregamos en oración antes el Señor como comunidad cristiana del mundo de diversidad sexual y de carácter ecuménico, desde la que queremos celebrar nuestra fe en unión con nuestra orientación afectiva, ambas son partes esenciales de nuestra vida porque con ellas materializamos el amor, cualidad humana recibida de Dios.
Canto. El Espíritu de Dios está en este lugar
Oración inicial. ¿QUÉ EXISTE EN EL CIELO?
¿Existirán carreteras en el cielo, Señor? ¿Para qué? Sólo en la tierra son necesarias las prisas. En la eternidad, la paz y el sosiego nacen por todos los rincones.
¿Existirán bosques y mares, ríos y montañas en el cielo, Señor? ¿Para qué? La belleza de Dios, será lo suficiente para colmar las aspiraciones y la búsqueda de todo hombre.
¿Existirán rascacielos y playas en el cielo, Señor? ¿Para qué? Sólo, con habitar en Dios será suficiente para sentirse feliz y pasear viendo su inmensa Gloria.
¿Existirán las razas y la diversidad de lenguas en el cielo, Señor? ¿Para qué? En Dios Padre, todos seréis definitivamente UNO.
¿Existirán las fronteras, las diferencias, el libre pensamiento? ¿Para qué? En la casa de mi Padre sólo existe la común unión; en la morada de mi Padre sólo vive un único pueblo, en la mansión de mi Padre, al verlo tal y cual es, el pensamiento sólo será uno: AMOR Y SOLO AMOR.
¿Existirá el rencor y el odio por lo que fuimos y nos hicimos, Señor? ¿Para qué? Quien llega a la casa de mi Padre lo hace siendo una persona traspasada por el amor y, en el corazón de esa persona que alcanzó la meta divina sólo hay lugar para eso, para el amor.
Entonces ¿qué existe en el cielo, mi Señor? En el cielo hay lo que vosotros no lográis alcanzar en la tierra. En el cielo funcionamos de una forma diferente. En el cielo no valen los esquemas de la tierra. En el cielo es feliz quien fue infeliz allá abajo. En el cielo es grande quien fue pequeño. El cielo sólo se entiende viviendo y pensando en él. No lo olvidéis, el cielo es el mundo al revés. El cielo es la gran casa del Padre. Un lugar donde sólo brota el amor. Una fuente donde sólo emerge el bien. Un paraíso en el que, lo que a vosotros os parece necesario allá es inutilidad completa.
La gran seguridad del cristiano: La resurrección
En eso se notará que somos tus discípulos, además de en cómo nos amamos, en que no tememos a la muerte, porque sabemos, estamos seguros de que no es el final del camino, sino la llegada a tus brazos, a la plenitud, a la felicidad y a la armonía plena. La seguridad de la resurrección nos hace fuertes ante la muerte, nos hace soportable el dolor de la separación y nos ayuda a prepararnos para cuando llegue. Mientras, vivamos una vida plena, disfrutemos de lo que Dios nos va regalando y amemos, tratando a los demás con todas nuestras capacidades de encuentro, de fraternidad y de Amor.
Canto. Por qué tengo miedo, si nada es imposible para Tí.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (20,27-38)
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella. Jesús les contestó: En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.
Para meditar:
La vida en la que creemos los cristianos comienza, pero no termina; es vida inmortal. La misión más claramente reseñada y ensalzada que Jesús de Nazaret realizó mientras estuvo en este mundo fue la de dar vida. Dio vida a los enfermos, a los pecadores, a las personas marginadas, a todos los que sufrían y tenían hambre y sed de pan y de justicia. Vivió y murió luchando contra los enemigos de la vida, contra los que explotaban al huérfano y a la viuda, contra los que lapidaban a las mujeres pecadoras, contra los que despreciaban al pobre y al marginado. Jesús de Nazaret fue siempre amigo de la vida, dador de vida, como su padre, Dios. Los cristianos debemos ser siempre y en todas partes amigos y defensores de la vida, de toda vida, desde el momento mismo en que esta es concebida. Amigos de esta vida, en la tierra, y de la otra vida, en el más allá. Porque creemos en la resurrección de los muertos.
¿Creo en la vida eterna?, ¿Cómo la imagino?
Canto.
Al amor más sincero
Al amor sin fronteras
Al amor que dio su vida por amor
me encontré un día cualquiera.
Canto. No adoréis a nadie…
BREVE ESPACIO PARA COMPARTIR
(Reflexiones, peticiones y acción de gracias)
PADRE NUESTRO
ORACIÓN COMUNITARIA
Señor Jesucristo, imploramos Tu protección e intercesión ante el Padre por toda la comunidad LGTB, por todas aquellas personas que no se aceptan a sí mismas, que sufren en soledad, son perseguidas por su orientación sexual o su identidad de género y que no son comprendidas ni aceptadas en su entorno más cercano. También te damos gracias y te pedimos por Crismhom, para que juntos construyamos tu Reino y seamos luz y faro en nuestra comunidad LGTB de Madrid.
Amén.
BENDICIÓN
Que el Señor nos bendiga y nos proteja. Que el Señor nos muestre su rostro, tenga misericordia de nosotros y nos conceda la paz. Así invocaremos el nombre del Señor y Él nos bendecirá.
“No olvidéis que la oración es la llave secreta del encuentro con Dios”