2017-08-28 Un techo en el que las personas mayores LGTB se sientan a gusto y en compañía

LA VANGUARDIA. Iniciativa de la Fundación 26-D. Los mayores de 50 años LGTB con pocos recursos comparten experiencias, espacio y gastos en cinco viviendas cedidas por el Ayuntamiento de Madrid.
 
Un aparador con copas, una repisa con los libros del círculo de lectores, manteles de cuadros vichy rojos y blancos en las mesas… Desde la cocina, se percibe un olor a comida tradicional basada en sopas y guisos. Los voluntarios han preparado para comer judías verdes cocidas y un filete de ternera acompañado con una salsa casera. Después, los comensales podrán elegir entre helado u otro postre.
 
En la calle Amparo, ubicada en el céntrico barrio madrileño de Lavapiés, la Fundación 26 de Diciembre da de comer entre las 14 y las 16 horas a unas veinte personas. “La comida es la excusa de la socialización, de estar en un espacio que te acoge y en el que te encuentras a gusto”, explica Federico Armenteros, su presidente desde que esta organización se creó en 2010.
 
En el Café Figueroa, Federico y varios amigos decidieron iniciarse en esta aventura con la que pretenden dignificar y dotar de recursos asistenciales a los más mayores LGTB. Un colectivo invisible para la mayoría de personas.
 
Homosexuales, lesbianas, transexuales y bisexuales de más de 50 años que han vivido toda su vida experimentando su propia homofobia y que ahora, en muchos casos, se ven obligados a volver al armario para que sean atendidos en residencias o por otros profesionales.
 
En 2017, aunque todavía no han puesto en marcha la primera residencia especializada en personas mayores LGTB, pueden presumir de ser una de las fundaciones pioneras en tutelar a personas de este colectivo.
 
Por el momento, gracias al proyecto “Vivir contigo”, cuentan con cinco viviendas solidarias (las primeras cuatro fueron cedidas por el Ayuntamiento de Madrid con el anterior Gobierno autonómico) en las que diferentes personas en riesgo de exclusión social de entre 50 y 75 años comparten espacio, experiencias y gastos. Son las únicas viviendas públicas de toda España destinadas a este fin.
 
La Fundación cuenta con cinco viviendas sociales para las personas mayores LGTB en riesgo de exclusión, las únicas dedicadas a este fin. En la tercera planta de un edificio de La Latina residen Brenda Palacios, Cecilia y Arantxa, transexual y lesbianas, respectivamente. En esta amplia buhardilla cada una tiene una habitación propia por la que pagan al mes 200 euros y todas acuden semanalmente a las reuniones de la fundación.
 
Brenda es una de las trabajadoras de la fundación a media jornada. A sus 62 años, es quien prepara la comida los domingos en “La Comida del Abuelx”. Sí, con x porque no tiene género. “Conocí la fundación cuando estaba trabajando de ilegal cuidando a una pareja de ancianos, no me querían hacer un contrato para tener en regla la documentación y no podía seguir así. Desde ese momento, llevo ya casi cuatro años aquí, en la fundación, con ellos”, reconoce a LaVanguardia.
 
Aunque “la convivencia no es fácil porque cada una tiene su carácter, tener un techo donde cobijarte y pasar tus días es muy bueno”. Esta es una de las razones por la que Brenda, una mujer con “la mente muy abierta”, se siente tan afortunada. “Cuando eres mayor eres más pesimista a la hora de afrontar la vida: puedes enfermar, cada vez eres más dependiente… Yo intento alejarme de los problemas que me pueden afectar”, confiesa.
 
Antes de entrar en el piso, las tres compañeras no se conocían. “Habíamos coincidido alguna vez en la fundación pero no acudimos a las mismas actividades”. Cada año, la sede de la calle Amparo, atiende alrededor de 700 personas. Aunque solo cuentan con 300 y pico socios, diariamente acuden hasta 50 personas.
 
Unas cifras que pueden “llegar a asfixiar” a la directiva porque apenas reciben dos subvenciones pequeñas de la Comunidad de Madrid. El resto de financiación es gracias a “las personas que quieren dar dinero o que nos otorgan sus propiedades cuando mueren”, explica Federico. “Hacen falta más iniciativas como esta y, sobre todo, más dinero”, añade Brenda.
 
El trabajo que hay detrás de la Fundación
Aunque cuentan con un amploi abanico de actividades, la más famosa es “La Comida del Abuelx” programada todos los domingos. Desde hace ya varios años, un grupo más o menos estable acude al centro el último día de la semana para disfrutar, en compañía, de una buena comilona. Los participantes se organizan con una semana de antelación de manera autosuficiente y deciden qué es lo que va a preparar cada uno en su próximo encuentro. De este modo, todos se turnan en la cocina para preparar los diferentes platos.
 
Además realizan muchos trabajos de carácter social con las personas que “han sido maltratadas social o familiarmente y están en una situación de aislamiento” y necesitan, tal y como relata Federico, “un equipo de psicólogos, trabajadores sociales y educadores” que se encarguen de sus cuidados. “La mayoría de personas se sueltan en la fundación pero después, en la calle, son personas diferentes. Muchos siguen todavía en el armario”, reconoce Brenda.
 
La mayoría de personas se sueltan en la Fundación pero después, en la calle, son personas diferentes”
 
Según Federico, aunque tienen un programa de ayuda a domicilio y “les obligan” a venir al centro una vez por semana, “son personas que se resisten a ser catalogadas como inútiles porque siempre han sido muy activas, han estado toda la vida solos y han tenido que ser muy autónomos. Por ello, se resisten a pensar que al estar en los últimos momentos de su vida, una persona pueda entrar en su día a día a ayudarles”.
 
“Ahora mismo tenemos a un hombre de la fundación en una residencia”, explica Federico a LaVanguardia. Una decisión del juez –que desconocía su pertenencia a 26-D- le ha llevado a ingresar en un centro de mayores, pese a su descontento. “Él está convencido de que quiere venir con nosotros porque en la residencia no está bien”.
 
Las personas que ahora tienen más de 60 años vivieron su realidad desde el estigma, desde el pecado, desde el miedo y la ilegalidad. “Incluso desde la incomprensión de la sociedad y de las personas más próximas”, añade Jesús Generelo, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). “Si cuando eran jóvenes no hablaban de su orientación sexual ni en público ni en privado, más difícilmente lo van a hacer ahora, más mayores”.
 
“Hace falta una normalización, pero tienes que ser muy fuerte porque si no las miradas de sorpresa, asco… te pueden hacer mucho daño”, apostilla Federico, quien defiende que es necesario hacer un trabajo interior de “me importa tres pepinos, el primero de todos soy yo”.
 
“Muchos homosexuales, lesbianas, transexuales y bisexuales se han visto obligados a volver a ocultar su condición sexual cuando deciden entrar en una residencia de ancianos”, señala Federico. Una realidad que, desde los inicios, siempre ha querido evitar la Fundación 26-D.
 
“Hay que trabajar con las personas. Si una persona tiene una cierta discapacidad, solo la tiene en un ámbito de su vida y no en todos. Hay que fomentar el resto de sus capacidades”, considera Federico que se inició en este gran proyecto después de repensar el modelo vigente que no cubría las necesidades de este grupo de población (mayores LGTB) que, solo en Madrid, asciende a 160.000 personas. “Somos plenamente conscientes de que el grupo de mayores LGTB tiene unas necesidades que no se están cubriendo”, continua Generelo.
 
Aunque todos coinciden que el colectivo LGTB ha ganado en derechos y libertades, se trata de una generación que ha vivido en el franquismo, la clandestinidad y el miedo. “Desprogramar 70 años es muy complicado en muchos casos y ese es el trabajo que intentamos hacer aquí”, señala Federico.
 
La mayoría de ellos viene de un pasado en el que no solo era repudiado socialmente sino que, además, era ilegal. Para Federico, “es un macuto muy grande el que estas personas llevan desde que nacieron y que les ha estado machacando”. El presidente de FELGTB, Generelo, cree que hay que entender la historia de la que venimos porque la educación de la diversidad sexual y de género es algo que se empieza a disfrutar ahora. “No hay que echar mucho la vista atrás para saber que, en el pasado, lo más difícil no era visibilizar este colectivo, sino aceptar la condición”.
 
 
Un dato que sorprende a Federico es que en “los últimos informes de epidemiología, los que más se infectan de VIH son los mayores de 50 años”. Desde el inicio de la epidemia en España se han notificado un total de 85720 casos de sida, según el informe presentado por el Ministerio de Sanidad en el 2016. Este mismo informe confirma que la tendencia (en las personas mayores de 40 años) va en aumento en los últimos años aunque no ocurre lo mismo en los años anteriores al 2007, que la mitad de los diagnosticados eran menores de 40 años. La tasa de nuevos diagnósticos por cada 100.000 habitantes ha oscilado entre 12.51 en 2008 y 7.39 en 2015.
 
Para los miembros más mayores de la fundación, la sexualidad todavía es un gran tabú. “Siguen teniendo relaciones sexuales a escondidas y una relación con la sexualidad muy genitalizada, lo que provoca que tengan, a día de hoy, muchos prejuicios”, comenta Federico. “Hay que trabajar para dar una garantía de que todas las personas mayores van a poder vivir su afectividad y sus relaciones sexuales en las mismas condiciones de dignidad y de igualdad que todas”, concluye Generelo, quien está de acuerdo con Federico que hay que continuar dando espacios de seguridad a las personas que lo necesiten, con fundaciónes como la 26-D y seguir desarrollando iniciativas en las residencias para que respeten la diversidad sexual.
 
Hay que trabajar para dar una garantía de que todas las personas mayores van a poder vivir sus reraciones sexuales

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