2014-10-09 Oración Ecuménica de los jueves: Sobre San Ignacio de Loyola

Esta oración de carácter ecuménico recorre algunos pasajes de la vida de San Ignacio de Loyola ilustrando cómo Dios le va conquistando. Están tomados de su autobiografía: «El relato del peregrino».

Con el deseo de ejercitarnos en la práctica de la presencia de Dios en la vida y en andar el camino que Dios quiere hacer con nosotros, nos entrenamos en la escucha de la voz de Dios en el corazón. Dándose tiempo a sentir la resonancia interior de las cosas sencillas y pequeñas; los suaves impulsos con los que el Espíritu Santo nos llama poco a poco, configurando nuestra propia vocación: la llamada de Dios a proclamar su amor con nuestra vida.

Deseemos que ejercitarnos espiritualmente nos ayude a revivir en nosotros la oración incesante, volver a experimentar el amor que Dios nos tiene y reconocer los impulsos del Espíritu, que quiere convertirnos cada vez más en la imagen que Dios tiene y quiere de nosotros.

Esta oración recorre algunos pasajes de la vida de San Ignacio de Loyola ilustrando cómo Dios le va conquistando. Están tomados de su autobiografía.

Canto: Pues nadie te ama como yo.

 

La alegría que perdura

Estando Ignacio de Loyola recuperándose de su herida del asedio en Pamplona y queriendo leer libros de caballerías para pasar el rato, sólo le pudieron dar vidas de santos. Viéndose él pensando en grandes hazañas como caballero o compitiendo en proezas con los santos, encontraba gran gusto y consolación. Sin embargo, pasado un tiempo las proezas de caballero que había imaginado le dejaban vacío y baldío, mientras que las de los santos permanecían, dejándole gran sensación de alegría.

Gustos que nos dejan vacíos y baldíos y consolaciones que nos dejan una sensación permanente de alegría.

 

Una mula providente

De camino iba Ignacio de Loyola y encontróse con un moro. Hablando de Nuestra Señora diole el moro razones, sin poderlas contravenir, de que la Virgen no podía ser tal. Y adelantándose el moro, díjole que pararía en una villa junto al camino real. Quedándose muy incómodo Ignacio y con deseo de apuñalarlo por deshonrar a la Virgen, sin saber qué hacer, dejó a la mula sin riendas en donde se dividía el camino real, con la determinación de que si la mula elegía el camino de la villa, acuchillaría al moro. Y aunque el camino hacia la villa era más amplio y el destino era visto, continuó la mula, sin embargo, por el camino real.

Bendita mula, que con lo bruto que era Ignacio, habría acuchillado al moro.

Canto: El Espíritu de Dios sobre mí.

 

Creando costumbres con sentido

Y porque Ignacio de Loyola había sido muy curioso de curar el cabello, que en aquel tiempo se acostumbraba, y él lo tenía bueno, se determinó dejarlo andar así, según su naturaleza, sin peinarlo ni cortarlo, ni cobrirlo con alguna cosa de noche ni de día. Y por la misma causa dejaba crecer las uñas de los pies y de las manos, porque en esto también había sido curioso.

 

Rompiendo costumbres sin sentido

En la misma Manresa, a donde Ignacio de Loyola estuvo cuasi un año, después que empezó a ser consolado de Dios y vio el fructo que hacía en las almas tratándolas, dejó aquellos extremos que de antes tenía; ya se cortaba las uñas y cabellos.

La misma cosa tiene sentido hacerse o dejarse de hacer. No es la cosa en sí. Es escogerla tanto cuanto me ayuda o quitarse de ella tanto cuanto me impide.

 

Rompiendo el ayuno, por voluntad de Dios.

Y perseverando, Ignacio de Loyola, en la abstinencia de no comer carne, y estando firme en ella, un día se le presentó delante carne para comer, sin haber precedido ningún deseo della; y le vino también juntamente un grande ascenso de la voluntad para que de allí en adelante la comiese; y aunque se acordaba de su propósito de antes, no podía dudar en ello. Y contándoselo a su confesor le decía que mirase por ventura si era aquello tentación; más él, examinándolo bien, nunca pudo dudar dello.

La iluminación del entendimiento, sin poder dudar de ello, aunque cotejada con alguien externo: el confesor.

 

Sobre la humanidad de Cristo.

Muchas veces y por mucho tiempo, estando en oración Ignacio de Loyola, veía con los ojos interiores la humanidad de Cristo, y la figura, que le parecía era como un cuerpo blanco, sin distinción de miembros […] Esto visto le confirmó tanto entonces como siempre en la fe, que muchas veces ha pensado consigo: si no hubiese Escriptura que nos enseñase estas cosas de la fe, él se determinaría a morir por ellas, solamente por lo que ha visto.

Gracias, Señor, porque eres tú mismo quien revelas a Ignacio y a nosotros quién eres tú.

 

Tratado como a un niño

En este tiempo le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro a un niño, enseñándole; y ora esto fuese por su rudeza y grueso ingenio, o porque no tenía quien le enseñase, o por la firme voluntad de servirle, que claramente él juzgaba y siempre  ha juzgado, que Dios le trataba desta manera.

Así nos trata Dios: como un maestro a un niño.

 

Sobre el cariño con que Dios creó el mundo.

Una vez se le presentó a Ignacio de Loyola en el entendimiento con grande alegría espiritual el modo con que Dios había criado el mundo, que le parecía ver una cosa blanca, de la cual salían algunos rayos, y que della hacía Dios lumbre. Mas estas cosas ni las sabía explicar, ni se acordaba del todo bien de aquellas noticias espirituales, que en aquellos tiempos le imprimía Dios en el alma.

Cuando Dios imprime en el alma, entendiendo sin saber, sin poder explicar.

Canto: De noche iremos de noche.

 

Lleno de escrúpulos.

Mas en esto vino a tener Ignacio de Loyola muchos trabajos de escrúpulos. Porque, aunque la confesión general había sido con asaz diligencia, y toda por escrito, como está dicho, todavía le parescía a las veces que algunas cosas no había confesado, y esto le causaba mucha aflicción; porque, aunque confesaba aquello, no quedaba satisfecho.

 

Pensando en personas  homosexuales llenas de escrúpulos.

Pensaba Ignacio de Loyola algunas veces que le sería remedio que le mandase su confesor, en nombre de Jesucristo, que no confesase ninguna de las cosas pasadas […] Más, sin que él se lo dijese, el confesor vino a mandarle que no confesase ninguna cosa de las pasadas […] Sin embargo, en todos los ejercicios que hacía no hallaba ningún remedio para sus escrúpulos, siendo pasados muchos meses que le atormentaban.

 

Pensando en los homosexuales que se suicidan.

Una vez, muy atribulado de sus escrúpulos, Ignacio de Loyola se puso en oración a dar gritos a Dios vocalmente, diciendo: Socórreme, Señor, que no hayo ningún remedio en los hombres, ni en ninguna otra criatura; que si yo pensase de poderlo hallar, ningún trabajo me sería grande. […] Le venían muchas tentaciones con grande ímpetu para echarse de un agujero grande que aquella su cámara tenía. Mas conociendo que era pecado matarse, tornaba a gritar: Señor, no haré cosa que te ofenda.

 

Un pequeño respiro en el camino.

Determinóse Ignacio de Loyola que ni comería ni bebería hasta que Dios le proveyese o que se viese ya del todo cercana la muerte, siguiendo con  ejercicios y oficios, hasta librarse de aquellos escrúpulos. Más venido el otro domingo le dijo a su confesor cómo en aquella semana no había comido nada. El confesor le mandó que rompiese aquella abstinencia; y aunque con fuerzas todavía, obedesció al confesor, y se halló aquel día y el otro libre de escrúpulos.

 

Pensando de nuevo en los homosexuales que se suicidan.

Libróse Ignacio de Loyola de sus escrúpulos el día aquel y el siguiente, tras hacer ayuno y abstinencia. Mas el tercero día, estando en oración, se comenzó acordar de los pecados; y así como una cosa que se iba enhilando, iba pensando de pecado en pecado del tiempo pasado, pareciéndole que era obligado otra vez a confesallos. Mas en la fin destos pensamientos le vinieron unos desgustos de la vida que hacía, con algunos ímpetus de dejalla.

 

Con certeza de que Dios le libró por su misericordia.

Tras volverle a Ignacio de Loyola los desgustos de la vida que hacía, con algunos ímpetus de dejalla, quiso con esto el Señor, que despertó como de sueño. Y como ya tenía alguna experiencia de la diversidad de espíritus, así se determinó con grande claridad de no confesar más ninguna cosa de las pasadas; y así de aquel día adelante quedó libre de aquellos escrúpulos, teniendo por cierto que nuestro Señor le había querido librar por su misericordia.

Canto: Abro mi ser.

 

Sobre la vida contemplativa.

La vida contemplativa no pretende poner la vida en «clausura», desentendiéndose de la realidad, sino que busca que la contemplación del paso de Dios por la historia sea un estilo de vida, una forma de estar en el mundo. Buscando mirar y sentir el devenir cotidiano, en lo bueno y en lo malo, con los ojos y el corazón de Dios mismo (Sor Lucía Caram).

 

Timoteo 1, 12: Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia […] Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la Vida eterna.

 

Espacio de reflexión y contemplación (rato de silencio de 10 minutos).

 

Espacio para compartir reflexiones, peticiones, vivencias y acciones de gracias.

 

Padrenuestro.

 

Oración comunitaria:

Bendición: Que el Señor nos bendiga y nos proteja. Que el Señor nos muestre su rostro, tenga misericordia de nosotros y nos conceda la paz. Así invocaremos el nombre del Señor y Él nos bendecirá.

 

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