2014-07-17 “Venid a Mí”

Señor tú dices que cuando vayas a orar entra en tu habitación. Pues aquí estoy, en este espacio en el que nos encontramos sin tapujos ni máscaras, mi verdad ante ti, cómodamente, donde me atrevo a buscarte sin miedos y al encontrarte despliegas mis alas, amplías mi horizonte y pones orden en mí. El espacio donde tú habitas: entra, pasa, ordena, ilumina… Después saldrás de nuevo pero habrás cambiado mi casa.

CONFÍO EN TI, DE TI ME FIÉ

NO ANDARÉ TUS PASOS SI NO ES DESDE LA FE.

JUSTO HE DE VIVIR SIN EN TI CONFIÉ

DAME DIOS TU ESPÍRITU, DAME TÚ LA FE.

 

Lectura del libro de Isaías (26,7-9.12.16-19):

La senda del justo es recta. Tú allanas el sendero del justo; en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo. Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti, porque tus juicios son luz de la tierra, y aprenden justicia los habitantes del orbe. Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas las realizas tú. Señor, en el peligro acudíamos a ti, cuando apretaba la fuerza de tu escarmiento. Como la preñada cuando le llega el parto se retuerce y grita angustiada, así éramos en tu presencia, Señor: concebimos, nos retorcimos, dimos a luz… viento; no trajimos salvación al país, no le nacieron habitantes al mundo. ¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se alzarán, despertarán jubilosos los que habitan en el polvo! Porque tu rocío es rocío de luz, y la tierra de las sombras parirá.

 

Qué confianza en el Señor la del profeta Isaías, una confianza que a pesar de las dificultades hace brotar esperanza. Una espera que inquieta pero permite caminar, que da fuerza para cargar los dolores, las incomprensiones, las impotencias… porque lleva la semilla de la promesa.

Esa imagen de la parturienta que da a luz tan sólo aire es muy descriptiva. Todo nuestro esfuerzo si no lo hacemos con Dios es como aire, como humo, es nada. Pero con Dios sí habrá salvación y le nacerán habitantes al mundo. Te miro y te pido que tú guíes mis pasos, mis esfuerzos y mi camino.

 

CONFÍO EN TI, DE TI ME FIÉ…

 
  Salmo 26: El Señor es mi luz y mi salvación

1El Señor es mi luz y mi salvación                                                                                                        ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

2Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

 

El Señor es mi luz y mi salvación

3Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

4Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.

 

El Señor es mi luz y mi salvación

5Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

6y así levantaré la cabeza

sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

El Señor es mi luz y mi salvación

 

Evangelio de Mateo (11,28-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

 

El yugo llevadero y la carga ligera

Somos muy proclives a las divisiones rígidas: los justos y los pecadores, las víctimas y los verdugos, los buenos y los malos… De múltiples formas tendemos a dividir a los seres humanos en categorías según diversos criterios, de modo que nosotros y los nuestros caigamos en el bando de los buenos, mientras que nuestros rivales o enemigos (por los más diversos motivos: sociales, políticos, religiosos, raciales…) queden agrupados en la lista negra correspondiente.

Podemos caer en la tentación de entender de este modo la distinción que ayer hacía Jesús entre los sabios y entendidos, y, por el otro lado, la gente sencilla. Pero no es esto lo que hace Jesús. Sus distinciones no son rígidas e inamovibles, sino elásticas, mudables. Él sabe que todos oscilamos continuamente entre uno y otro grupo: el pecador se convierte, mientras que el justo cae, los verdugos de ayer se convierten en víctimas de hoy, con frecuencia a manos de los que fueron sus víctimas. De ahí que, tras establecer aquella distinción, Jesús llama a “todos” los que están cansados y agobiados, pues ¿quién no lo está de un modo u otro?

Jesús no ha venido a establecer nuevas fronteras y divisiones, sino a llamar a todos, pues todos necesitamos alivio, misericordia, perdón y salvación. La suya es una llamada a la confianza en Dios Padre, que se preocupa por todos y quiere nuestro bien, incluso en la adversidad, como bellamente lo expresa el profeta Isaías. Pero es también una exhortación a la responsabilidad. Jesús llama pero no impone, sino que espera con respeto nuestra respuesta libre. La total gratuidad de la salvación no nos convierte en marionetas, ni nos coloca en una situación de infantilismo espiritual. Tenemos que tomar una decisión, lo que significa cargar sobre sí un yugo. Podemos entender este cargar el yugo de Jesús como tomar la decisión de “hacernos cargo” de los demás, de convertirnos en humildes servidores, de renunciar a la imposición y la violencia a favor de la mansedumbre. En una palabra, se trata de tomar la decisión de amar hasta dar la vida.

ECOS DE LAS LECTURAS

SILENCIO

MOMENTO PARA COMPARTIR

Oración comunitaria:

Señor Jesucristo, imploramos tu protección e intercesión ante el Padre por toda la comunidad LGTB, por todas aquellas personas que no se aceptan a sí mismas, que sufren en soledad, son perseguidas por su orientación sexual o su identidad de género y que no son comprendidas, ni aceptadas en su entorno más cercano. También te damos gracias y te pedimos por Crismhom, para que juntos construyamos tu Reino y seamos luz y faro en nuestra comunidad LGTB de Madrid. Amén.

Padre Nuestro

Bendición final:

El Señor nos bendiga y nos guarde, nos muestre su rostro, tenga misericordia de nosotros y nos conceda la paz. Amén.

 


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