2013-05-05 Sobre el día de la madre

 

Saludo e invocación

Queridos hermanos y hermanas: bienvenidos a esta Celebración Ecuménica de la Palabra. Mañana celebramos el Día de la Madre y esta noche vamos a celebrar la maternidad, pero no la maternidad ñoña del Corte Inglés, sino la maternidad sin género, a la que todos estamos llamados: la maternidad que es origen, vida y meta. Origen, porque fue una mujer la que nos dio a luz. La luz de la fe también nos la da una mujer, la Ruah, la tercera persona de la Trinidad que confesamos y cuya venida celebraremos dentro de poco. Vida, porque es en la Gran Madre Tierra en la que vivimos, ella es quien nos da sus frutos para alimentarnos, su agua para beber y lavarnos y su aire para respirar y para cantar. Meta, porque en nuestra comunidad todos debemos llegar a ser madres los unos de los otros. Y más aún: meta definitiva, puesto que sólo reposaremos en Dios, que nos quiere con el amor de una madre. Así pues comenzamos nuestra celebración invocando a la Trinidad que todos confesamos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Reconciliación con Dios, con nosotros y con los hermanos
¿Dónde me esconderé de Dios? ¿Dónde te esconderás, hermano? En su misma misericordia. Nadie puede huir de Dios mas que refugiándose en su misericordia (San Agustín, Sermón 351).

No es posible celebrar la acción de Dios en nuestra vida si no tenemos conciencia de que Le necesitamos, de que caminamos hacia Él a oscuras, tropezando, y que para levantarnos tenemos que reconocer que estamos en el suelo.

Vamos a pedirle al Señor perdón por todo aquello que nos aparta de El. Con cada petición de perdón sale una flor de primavera.

 

(Peticiones tras la reconciliación)

Confiados en que el Señor renueva y revitaliza a aquéllos que reconocen sus faltas, decimos todos juntos: Dios Todoamoroso tiene misericordia de nosotros, perdona nuestros pecados y nos lleva a la Vida Eterna. Amén.

 

Paz (2 coros)

Que el Señor os bendiga y os proteja
Que el Señor os mire con agrado
Que el Señor os muestre su Bondad.
Que el Señor os mire con amor
(todos) y que nos conceda la Paz y la Unidad. Amén.

 

Lecturas
Lectura del libro del Génesis

Como hubiese envejecido Isaac, y no viese ya por tener debilitados sus ojos, llamó a Esaú, su hijo mayor: ¡Hijo mío!» El cual le respondió: «Aquí estoy.» «Mira, dijo, me he hecho viejo e ignoro el día de mi muerte. Así pues, toma tus saetas, tu aljaba y tu arco, sal al campo y me cazas alguna pieza. Luego me haces un guiso suculento, como a mí me gusta, y me lo traes para que lo coma, a fin de que mi alma te bendiga antes que me muera.»
Ahora bien, Rebeca estaba escuchando la conversación de Isaac con su hijo Esaú. Esaú se fue al campo a cazar alguna pieza para el padre, y entonces
Rebeca dijo a su hijo Jacob: «Acabo de oír a tu padre que hablaba con tu hermano Esaú diciendo: Tráeme caza, y hazme un guiso suculento para que yo lo coma y te bendiga delante de Yahveh antes de morirme. Pues bien, hijo mío, hazme caso en lo que voy a recomendarte. Ve al rebaño y tráeme de allí dos cabritos hermosos. Yo haré con ellos un guiso suculento para tu padre como a él le gusta, y tú se lo presentas a tu padre, que lo comerá, para que te bendiga antes de su muerte.» Jacob dijo a su madre Rebeca: ¡Pero si mi hermano Esaú es velludo, y yo soy lampiño! ¡A ver si me palpa mi padre, y le parece que estoy mofándome de él! ¡Entonces me habré buscado una maldición en vez de una bendición!» Dícele su madre: «¡Sobre mí tu maldición, hijo mío! Tú, obedéceme, basta con eso, ve y me los traes.»

El fue a buscarlos y los llevó a su madre, y ella hizo un guiso suculento, como le gustaba a su padre. Después tomó Rebeca ropas de Esaú, su hijo mayor, las más preciosas que tenía en casa, y vistió a Jacob, su hijo pequeño. Luego, con las pieles de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello, y puso el guiso y el pan que había hecho en las manos de su hijo Jacob.

Lectura del Evangelio según San Mateo (15, 21-28)
Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. Y hubo una mujer cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle: -Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo. Él no le contestó palabra. Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle: Atiéndela, que viene detrás gritando. Él les replicó: -Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel. Ella los alcanzó y se puso a suplicarle: -¡Socórreme, Señor! Jesús le contestó: -No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros. Pero ella repuso: -Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. Jesús le dijo: -¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija.

Preguntas para la reflexión

• ¿Cómo actúan las mujeres en estos dos relatos? ¿Es lo que esperaría de ellas una sociedad patriarcal? ¿Qué las mueve a actuar?
• Y yo, ¿cómo actúo en mi vida ante situaciones difíciles? ¿Actúo como espera de mi la sociedad de hoy? ¿Me salto las reglas si lo creo necesario? ¿No será que actúo a mi conveniencia? ¿Dónde está Dios en todo esto?

Jesus dijo: «pedid y se os dará». Pidamos con confianza por nuestras necesidades y las de todos los hijos e hijas de Dios al Padre-Madre amorosa, que las conoce antes que nosotros mismos. 

• Por la unión de los hijos e hijas de Dios en pro de la Justicia y la Solidaridad. Que sepamos trabajar codo a codo con los hermanos, que sepamos poner a disposición nuestro tiempo y nuestros talentos para mostrar a los hombres y mujeres del mundo y, en especial del mundo LGTB, el abrazo amoroso de Dios.

• Por la unión de los hijos e hijas de Dios en la vida. Que sepamos ver las necesidades del hermano y la hermana, con quien trabajamos, con quien vivimos, con quien estamos en la Comunidad. Que no pase un día sin preocuparnos por aquellas personas que Dios pone en nuestra vida para santificarnos y santificar el mundo.
• Por la unión de los hijos e hijas de Dios en la celebración. Que sepamos celebrar la fe tanto en Crismhom como fuera de una manera abierta y participativa, como muestra de la riqueza y multiplicidad de las manifestaciones del Dios de la diversidad.

Bendición (2 coros)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que su Nombre sea alabado
hasta los confines del orbe.

 


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