Yo no te condeno. Si alguna vez nos hemos sentido como adúltera; no hemos sido fieles, nos hemos sentido despreciados por los demás. Yo no te condeno. Si hemos agarrado piedras, palabras, miradas con rabia, deseando tirárselas a los demás, lapidando con pleno derecho y justificación. Pienso que sólo uno tiene pleno derecho. Y ese decide: «Yo no te condeno».