Hace unos días atrás he tenido reunión de coordinadorxs en una Asociación activista LGTB en la que participo. Un encuentro agradable, con cena posterior, donde cada Sección presentó los proyectos 2017. Nuestra Sección presentó los suyos y hasta ese momento todo normal.
Los proyectos llamaron la atención, no solo por aquellos a realizar en la Asociación, sino por la multiplicidad de los se van a realizar extramuros (soy un convencido que lxs creyentes LGTB debemos visibilizarnos y salir a la comunidad).
Terminada la reunión, una coordinadora se me acercó y me preguntó:
– ¿De donde sacas tanta fuerza y energía?
Distraido, ya que estaba apuntando en la agenda, le respondí:
– De mi Fe.
Se hizo un silencio. Levanté los ojos y la miré. Sus ojos brillaban y me respondió:
– Una hermosa respuesta.
Quede impactado por esos segundos de silencio, esa mirada conmovida de acogida y emoción. Uno de esos instantes en la vida en la que se sabe que un alma ha sido tocada.
Durante el encuentro posterior dos personas más vinieron a contarme (tímidamente) como viven su espiritualidad y los gestos con los que se conectan con Dios.
Este niño que llega en Navidad se encarna de múltiples maneras y con múltiples procesos. Hay partos que son lentos pero encarnan a un Dios que está en y entre todxs nosotrxs.