Entregando a un compañero de trabajo el tríptico de un grupo de apoyo a separados y divorciados de la parroquia donde voy los domingos a misa. Hace años le presenté al cura que dio catequesis a su entonces novia, porque apenas estaba iniciada en la fe. Él les casó y un año después se separaron. Otro año más tarde fui yo quien me enteré casi por casualidad que se habían separado a través de ese sacerdote amigo. Dos años aún más tarde, veo este tríptico y pienso en mi compañero de trabajo. No quedó momento para decirle «¡Lo siento mucho, lo siento de veras!». Hoy se lo digo sin decirlo con un tríptico: «Lo siento mucho».