Contemplándome internamente, veo un largo camino por recorrer. Creyéndome bueno en ocasiones, veo que sólo hay Uno realmente bueno. Mirando apegos a lo que tengo, sintiéndome con derecho a que no me engañen, a que se haga buen uso según mi propio criterio de lo que dispongo. ¿Acaso soy juez y administrador competente de todo «lo mío»? ¿No será que no es tan mío como me creo? ¿Acaso no lo he recibido yo también?