Un encuentro serio con el Señor puede cambiar nuestra vida, nos hace cambiar la mirada al mundo, comprometiéndonos con el servicio a los demás. Nos unimos a otros con el vínculo de una vida sencilla en hermandad, consagrando la vida al bien del prójimo. Ejercitando responsablemente el sentido de la libertad, confiando en el buen criterio que en conciencia tiene cada persona.