Jesús sabía que había llegado la hora de dejar este mundo e ir al Padre. Jesús siempre había amado a los que le pertenecían en este mundo. Entonces les dio una última y suma muestra de su amor. Un amor libre de una prestación anterior, para el que uno no necesita ser bueno o haber hecho algo para ser querido. Por encima de moralismos, rezos u otras cosas mandadas, la relación personal con el amor de Jesús es respuesta a un amor suyo anterior.