Tiempo para Dios

 
INTRODUCCIÓN
En la tradición católica occidental llamamos «oración» a esa forma de plegaria que consiste en ponerse en la presencia de Dios durante un tiempo más o menos largo,
con el deseo de entrar en una íntima comunión de amor con El en medio de la soledad y del silencio. Todos los maestros de vida espiritual consideran que «hacer oración», es decir, practicar regularmente esta forma de plegaria, es el medio privilegiado e indispensable para acceder a una auténtica vida cristiana, para conocer y amar a Dios y para estar en condiciones de responder a la llamada a la santidad que El dirige a cada uno.

Hoy, muchas personas —y es un motivo de alegría— tienen sed de Dios y sienten el
deseo de esta vida de oración personal profunda e intensa; y quieren «hacer oración», pero encuentran distintos obstáculos para comprometerse seriamente en esta vía, y sobre todo para perseverar en ella. Con frecuencia carecen del valor necesario para decidirse a empezar, o se sienten desamparadas por no saber muy bien cómo hacerlo; quizá, después de repetidas tentativas se descorazonan ante las dificultades y abandonan la práctica habitual de la oración. Ahora bien, esta actitud es infinitamente lamentable, pues la perseverancia en la oración —según el testimonio unánime de todos los santos— es la puerta estrecha que nos abre el Reino de los Cielos; por ella, y sólo por ella, recibimos todos los bienes que «ni ojo vio, ni oído oyó, ni llegó al corazón del hombre, eso preparó Dios para los que le aman» (1 Cor 2, 9). Es la fuente de la auténtica felicidad, pues quien la practica no dejará de «gustar y ver qué bueno es el Señor» (Sal34) y encontrará el agua viva prometida por Jesús: «Quien beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás» (Jn4, 14). Convencidos de esta verdad, deseamos ofrecer en esta obra algunas orientaciones y unos consejos, lo más sencillos y concretos posible, con el fin de ayudar a toda persona de buena voluntad y deseosa de hacer oración, para que no se deje abatir por las dificultades que, inevitablemente, ha de encontrar.
Son numerosas las obras que tratan de oración. Todos los grandes contemplativos
han hablado de ella mejor que podamos hacerlo nosotros y, por supuesto, los citaremos frecuentemente. Sin embargo, creemos que la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre este tema debería ser planteada a los creyentes de un modo sencillo, accesible a todos, adaptado a la sensibilidad y al lenguaje actual, teniendo en cuenta que la pedagogía que Dios, en su sabiduría, pone hoy por obra para conducir a las almas a la santidad, no es la misma que en siglos pasados. Esta es la intención que nos ha guiado en la redacción de este librito.
(Jacque Fhelippe, extracto del libro Tiempo para Dios)

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