Te hiciste niño y ternura, Enmanuel.
Dejaste la gloria y te manchaste en el barro.
Olvidaste los caminos estrellados,
y te pusiste a recorrer aldeas y pueblos.
Crecías y reías, crecías y llorabas y temías.
Sabiduría infinita, tuviste que aprender, y dudar, y no saber.
Naciste, niño- Dios, en un planeta dramático.
El hombre mata para sobrevivir y para prevalecer.
Y Tú viniste a esta tierra,
que también se abre a la belleza y al progreso.
Venías con un mensaje de esperanza: que otro mundo es posible,
que es preferible el entendimiento a la guerra,
compartir a acaparar, el perdón a la venganza,
el respeto al abuso, la bondad a la crueldad.