Acompañando a mi cuñada, mi tía y mis sobrinos a pasar tres días de puente en un pueblo de Guadalajara. Cielos algo cubiertos, sin mucho frío. Paseos por el pueblo, un poco de aire puro, la visita de un mercado medieval en un pueblo cercano con una exhibición de aves rapaces y un torneo de guerreros medievales (lo que más disfrutó mi sobrino). Contemplando cómo mis sobrinos disfrutan. Vida sencilla, cortos paseos, sueño profundo y descansado como hacía muchas semanas que no se daba. Buenas comidas caseras, algún rato de lectura tranquila. Sin rezar mucho más que estando disponible y dejándose empapar por las sutilezas de esta vida sencilla y tranquila. Quizá la oración más inmediata y profunda.