La providencia divina es Dios actuando a través de nuestras manos. La providencia no es casualidad, es el abandono a ser cuidados por Dios a través de los que nos rodean. La providencia no nos deja solos aunque no siempre nos trae lo que queremos, sino lo que necesitamos. Nos enseña a acoger lo que venga, aunque no sea lo que queramos. Es la vivencia del abandono que nos enseña a aceptar y agradecer lo que venga, como a aprender a pedir. Pensamos que vivimos en un mundo insolidario e individualista. La providencia nos abre a la bondad y generosidad de la gente, que supera ampliamente el pesimismo individualista de nuestra sociedad.