Se acerca la Cuaresma, tiempo de reflexión. Tiempo para caer en la cuenta, tiempo de revisión. Se inicia el miércoles de ceniza, con el deseo de conversión.
Es un momento privilegiado, sin las distracciones del tiempo de Navidad; sin compras, sin tanta fiesta. Para algunos una excusa, momento para viajar, para ir a la playa, para descansar.
El niño que nos nació ha crecido, ya se ha hecho mayor. Se ha ofrecido al extremo. No ha hecho otra cosa que amar. Amar a los desahuciados, a los pobres y marginados. Nos invita a enterrar nuestros complejos, los impedimentos a la felicidad. Enterrarlos hondo bajo tierra, para que germine una nueva vida, una inmensa actitud de gratuidad; un gran gracias por tanto bien recibido. Un borrón y cuenta nueva. Un deseo de volver a empezar, de olvidar los errores, de poder mejorar. Un deseo de acompañar a Cristo, de saber pasarlo mal, de aceptar el dolor y afrontarlo con esperanza. Dolor que pese a todo duele, y a veces duele mucho.
Aceptando cargas ajenas, acompañando en silencio, dejándose afectar. No son nuestros asuntos, sino los de los de los demás, de aquellos que necesitan ayuda, a veces simplemente estar. Manos de apoyo, presencia pacífica, escucha en silencio. Momentos intensos, vidas plenas que dan de balde, porque también de balde recibieron.
Nuestra cabeza nos llama idiotas, pero arde el corazón. Arde internamente como un volcán en erupción. Erupción de felicidad, de sentido interno, no importa lo que dirán. Cristo ha resucitado y con él vamos detrás. Él nos abrió la puerta, el camino nos marcó, nos dijo que no estaríamos solos que Él proveerá.
Lo inesperado aparece, lo nunca visto aquí está. No estaba previsto, todo parecía cerrado pero hoy una puerta se abre, una salida es marcada por un ventanuco angosto. La Providencia marca un camino de nerviosismo e imprevisión. Un camino inesperado, fuera de nuestro control. Para que el éxito no sea nuestro, sino que sea de Dios. No es lo que habíamos previsto, ni se hizo como queríamos, ni siquiera nos venía bien. Vino según un criterio, el criterio del Resucitado, cuya sabiduría nos supera y excede.
Ya comienza la Cuaresma, en cuarenta días la Pascua. Que lo que de balde fue recibido, sea ofrecido de balde. Y si recibido no nos parece, sea aún así ofrecido de balde, que en el momento por Dios elegido, de balde nos será retornado, en un momento inesperado y en gran medida acrecentado.