En un curso de liderazgo y gestión de equipos nos pusieron un ejercicio en el que mi papel consistía en no dar la información de la que disponía a menos que alguien me pidiera por mi nombre que la diera. Al terminar el ejercicio puse de manifiesto que desempeñar este papel me resultaba familiar, porque espontáneamente lo hacía. Porque estoy acostumbrado a no hablar si percibo que no se me escucha y en lugar de hablar más alto para captar la atención, prefiero sólo hablar cuando alguien interesado me pregunte o escuche.