En el camino hacia Damasco, una intensa luz brilló de pronto a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’. Le respondí: ‘¿Quién eres, Señor?’, y la voz me dijo: ‘Soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues’. Yo le pregunté: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’. El Señor me dijo: ‘Levántate y ve a Damasco’. Yo no podía ver, a causa del resplandor de luz. En Damasco le dijo Ananías: «Hermano Saulo, recobra la vista. Dios te ha destinado para conocer su voluntad, para ver al Justo y escuchar su Palabra».