Contemplando a los peregrinos que llegan a este santuario de Czestochowa en Polonia, desde un banco en un lateral de la nave trasera a la entrada del santuario. En esta parte de la basílica aún no está el famoso icono de la Virgen negra. Contemplando rostros de chicas y chicos, padres con sus hijos, señoras mayores quizá con sus nietos, carritos con bebés, jóvenes, personas adultas, boy scouts. Mirando guitarras, mochilas, gorras, sotanas medio desabrochadas, sillas de ruedas, cruces de madera, estandartes, tambores y trompetas … Hoy contemplo la fe de toda esta gente, gente de todo tipo, polaca en su mayoría, quizá algún extranjero como yo. Se acercan en silencio. No sé lo que tiene este lugar, sé que vienen a presentarse delante de la Virgen, escrita por un iconista antiguo premedieval que acertó a conectar con el corazón y la cultura de este creyente pueblo polaco. Personas con las manos llenas de acciones de gracias y peticiones por sus familiares, amigos y conocidos. Peticiones por anónimos desconocidos en necesidad. También sus propias intenciones. Peticiones que alivian el sufrimiento del mundo. Presencia que abren una luz y devuelve la confianza. Hoy me uno yo también a estas personas, camino junto a ellas y le traigo a la Virgen mi acción de gracias, mis intenciones, para que aprenda a confiar contemplando la fe de toda esta gente. Gracias, Virgen de Czestochowa, madre de los cristianos, Reina de Polonia.