Mucho/as son los santos inocentes que al día de hoy siguen muriendo.
Parece una tendencia humana natural la de oprimir o dejarse oprimir.
Será la edad, o que con el tiempo he madurado en consciencia, pero veo al ser humano oprimido por un sistema que no le deja tiempo de madurar ni tampoco le otorga aquello que busca.
Sufro ante la contemplación de seres humanos con contratos laborales no dignos, con ocupaciones llevados por la necesidad, con
Parece una tendencia humana natural la de oprimir o dejarse oprimir.
Será la edad, o que con el tiempo he madurado en consciencia, pero veo al ser humano oprimido por un sistema que no le deja tiempo de madurar ni tampoco le otorga aquello que busca.
Sufro ante la contemplación de seres humanos con contratos laborales no dignos, con ocupaciones llevados por la necesidad, con
miedo de hacer o no hacer (y que ello los lleve a “perder”), dejándose llevar por luces de colores o promesas brillantes mientras lo único que pasa es el tiempo y la vida.
Sufro ante la muerte de los que son perseguidos por simplemente ser una minoría o pensar diferente.
Sufro ante la inmadurez de aquello/as que no toman decisiones por miedo a ser CAMBIO.
Sufro ante los perseguidos durante los últimos doscientos años, matados y cercenados en su «simplemente SER».
Sufro ante los «niño/as emocionales» que hoy encontramos castrados en su interioridad por una represión internalizada (aunque deseen hacerlo pasar por inocencia beatificante).
Sufro por la muerte espiritual de aquello/as que solo son transmisores de mensajes o consignas de quienes los oprimen, sin mediar su propio criterio constructivo (con la esperanza de así ser aceptados).
Sufro ante la muerte de los valores porque no tenemos tiempo para trabajar en ellos y encarnarlos.
Sufro ante la agonía de la base de todo posible cambio: TOMAR DECISIONES.
Pero, a pesar de sufrir, no me apeno.
Esto/as santos inocentes no son víctimas sino complacientes negadores de la auto responsabilidad.
No podemos permitir que se mate la divinidad en nosotros/as con el conformismo.
Esa divinidad libre y viva en nosotros/as, es la fuerza de nuestra posibilidad de cambio y de la construcción de un mundo donde entremos todos y queramos VIVIR.
Sufro ante la muerte de los que son perseguidos por simplemente ser una minoría o pensar diferente.
Sufro ante la inmadurez de aquello/as que no toman decisiones por miedo a ser CAMBIO.
Sufro ante los perseguidos durante los últimos doscientos años, matados y cercenados en su «simplemente SER».
Sufro ante los «niño/as emocionales» que hoy encontramos castrados en su interioridad por una represión internalizada (aunque deseen hacerlo pasar por inocencia beatificante).
Sufro por la muerte espiritual de aquello/as que solo son transmisores de mensajes o consignas de quienes los oprimen, sin mediar su propio criterio constructivo (con la esperanza de así ser aceptados).
Sufro ante la muerte de los valores porque no tenemos tiempo para trabajar en ellos y encarnarlos.
Sufro ante la agonía de la base de todo posible cambio: TOMAR DECISIONES.
Pero, a pesar de sufrir, no me apeno.
Esto/as santos inocentes no son víctimas sino complacientes negadores de la auto responsabilidad.
No podemos permitir que se mate la divinidad en nosotros/as con el conformismo.
Esa divinidad libre y viva en nosotros/as, es la fuerza de nuestra posibilidad de cambio y de la construcción de un mundo donde entremos todos y queramos VIVIR.