Y perseverando, Ignacio de Loyola, en la abstinencia de no comer carne, y estando firme en ella, un día se le presentó delante carne para comer, sin haber precedido ningún deseo della; y le vino también juntamente un grande ascenso de la voluntad para que de allí en adelante la comiese; y aunque se acordaba de su propósito de antes, no podía dudar en ello. Y contándoselo a su confesor le decía que mirase por ventura si era aquello tentación; más él, examinándolo bien, nunca pudo dudar dello.