Eterno Señor de todas las cosas yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, delante de vuestra infinita bondad y delante de vuestra Madre gloriosa y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual, queriéndome vuestra Santísima Majestad elegir y recibir en tal vida y estado ([98] Ejercicios espirituales de S. Ignacio de Loyola).