Estémos preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.
Seamos como los que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Y felices no por miedo a que nos pillen, sino por haberle reconocido, haber podido contemplar cómo se hizo presente en nuestra propia historia.