Perdón, Señor, por empeñarme en distorsionar la realidad para convencerme de que no soy apreciado ni querido. No es cierto, aunque esa sea mi percepción y (aún peor) mi sentimiento. Contemplar la indiferencia de los demás hacia mí no crea pensamientos ni sentimientos positivos. Sea pues mi acción la contemplación de la no indiferencia de aquellos, la que me haga ver una realidad más precisa. Concédeme, Señor, la desaparición de prejuicios y fantasmas y ver la claridad y el calor del amanecer del sol que me alumbra.