El otro día en mi trabajo recibí un correo invitándome a hacer una presentación en una conferencia internacional en Viena sobre temas que me interesan mucho pero en los que no trabajo directamente. Tenía algo que presentar, pero no encajaba mucho en ese foro. La conferencia me animó a hacer la presentación en cualquier caso y así dar un punto de vista distinto. Pensé en hacerlo y familiarizarme con todos estos temas. Me ilusionaba la idea de ir a Viena y seguir aprendiendo. Finalmente, contacté con quien en realidad trata estos temas y le propuse que fuera él en mi lugar. Hace tiempo se me hubiera quedado cara de tonto, quizá no me lo agradezcan. Sin embargo, no me aferré a mi oportunidad, a que era mía, sino que pasé el testigo a otro, a nuestro mejor emisario para esta conferencia y le deseé mucha suerte.