Contemplando la forma de celebrar misa de un misionero redentorista amigo. Una misa de tarde de diario, sin homilía, apenas duró 25 minutos. Mirando la devoción, el ánimo y el sentido que confería a unas palabras litúrgicas gastadas y sobreusadas. En sus labios, parecían ser renovadas por el mismo Dios.