Bendigan, pueblos, a nuestro Dios, que se escuchen sus voces, que lo alaban.
Vengan a oírme los que temen a Dios, y les contaré lo que hizo por mí.
Mi boca le gritaba alabanzas
pues estaban debajo de mi lengua.
Concédeme contemplar Tu paso por la historia y vendrán a escucharme y no podré por menos que contar lo que hiciste conmigo, lo que vi que hacías con otros. Se maravillarán y alegrarán.