Ojalá … que me lleve la muerte!

Ojalá. Creo que en todo cristiano, en espíritu y verdad,  este es un anhelo del alma (y yo no soy diferente a otros). Pero hay circunstancias que hacen que las palabras de esta canción, de este súper poeta (Silvio Rodríguez), expresa con mayor sabiduría. Y son circunstancias más humanas que divinas (no os perdáis las palabras del final del vídeo!).

Hay gente con la que podemos tocar nuestras manos en una oración, estrecharlas en un saludo de paz de una misa … pero nada más. 

O por decisión mutua o por decisión propia.

Hay hermanos/as con las que sabemos que la comunión de almas no está quebrada … pero que su humanidad, por sus indecisiones inconstantes, puede ser tóxica para nosotros/as. 

Dejar ir a alguien/algo es dejar ir. No hay acepciones a esto. Es unos de los pocos absolutos en la vida y, decididamente, es una actitud cristiana. 

Encontrarse con alguien que decide, en oración al Padre, dejarte ir y desea tenerte a su lado poco después (y esta actitud se repite una y otra vez) es una experiencia de lo más tóxica.

Toxicidad humana. La comunión de almas no es tóxica. 

Se puede tocar sus manos para rezar o estrecharlas para dar la paz. Lo demás sobra. 


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