Conocemos a Dios, tenemos futuro, un sentido y un para qué, una certeza de que no vamos a ser presa del vacío. Vivir la esperanza futura nos da mucha fuerza para vivir el presente. El diario de Anna Frank lleva al límite la esperanza humana pero los cristianos aspiramos a una esperanza con mayúsculas que es Dios mismo, un amor sin condiciones, la vida eterna.
Para crecer en esperanza nos ayuda mirar el pasado con agradecimiento (la memoria agradecida), al presente con mucha atención (estando vigilantes y ver cómo Dios actúa en cada momento) y al futuro con ojos abiertos, porque Jesús viene a estar con nosotros. Por la esperanza aspiramos al cielo, la felicidad que no se acaba.