“nosotras hemos vivido un doble rechazo. Entre los católicos por ser lesbianas y en los lésbicos por ser cristianas. Muchas veces nos han dicho: ¿Qué hacéis vosotras en la Iglesia cuando la Iglesia os está rechazando? Y nosotras afirmamos: La Iglesia nos rechaza pero Jesús de Nazaret no nos rechaza. Tenemos que seguir trabajando pero siempre desde dentro de la Iglesia”.
Corre el año 72 en una España oscurantista y reprimida. Está en vigor, desde 1970, la ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, que sustituye a la de 1933 sobre vagos y maleantes. La ley de 1970 es de términos muy parecidos a la del 33, pero incluye penas de hasta cinco años de internamiento en cárceles o manicomios para los homosexuales y demás individuos considerados peligrosos sociales, con el fin de que se «rehabiliten».
Con este “caldo de cultivo”, Paulina Blanco y Encarnación Granjo se conocen en un pueblo pequeño de Extremadura en la España profunda de entonces. Encarnita fue a trabajar al pueblo de Paulina y comenzó una amistad que “luego se convirtió en amor”, “un amor con muchas dificultades por parte de la gente del pueblo, de la familia…”. Eran jóvenes y los problemas no las asustaban, apenas sí los veían en los comienzos de ese gran amor que las mantiene unidas desde hace casi cuarenta años.
Fueron superando las dificultades, pero tuvieron que salir del pueblo, donde no podían vivir su relación con libertad. Se fueron a Barcelona, donde vivieron y emprendieron juntas un camino común que permanece hasta hoy.
UNA FE QUE NOS HACE FUERTES
“Somos católicas y, pese a las dificultades que hemos tenido, nuestra fe es fuerte y es la que nos ha ayudado a andar el camino”, comenta Paulina. En Barcelona buscaron un lugar donde vivir y compartir su fe y permanecieron en una comunidad durante diez años, pero nadie sabía que eran pareja: eran hermanas, madre e hija, monjas… Un día conocen a un chico de la comunidad de gays y lesbianas cristianas y empiezan a frecuentar la comunidad. Es un espacio de libertad donde pueden vivir su ser como pareja y como creyentes. Porque, comenta Paulina, “nosotras hemos vivido un doble rechazo. Entre los católicos por ser lesbianas y en los lésbicos por ser cristianas. Muchas veces nos han dicho: ¿Qué hacéis vosotras en la Iglesia cuando la Iglesia os está rechazando? Y nosotras afirmamos: La Iglesia nos rechaza pero Jesús de Nazaret no nos rechaza. Tenemos que seguir trabajando pero siempre desde dentro de la Iglesia”.
Mi encuentro con Paulina y Encarnita se da en el marco del XIV Congreso Internacional que la Asociación Europea de Mujeres Para la Investigación (ESWTR en sus siglas en inglés) celebró en Salamanca en el mes de agosto pasado. Ellas organizaron un taller que titularon con el nombre de “Los colores del Arco Iris”. Coincidimos en un grupo de trabajo donde compartíamos lo vivido durante el día. Se presentaron como matrimonio, ya que se casaron al poco de aprobarse el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005. Son conscientes de los progresos que se han dado en los últimos años. Reconocen que “el taller que hemos podido hacer en este Congreso hace diez años no lo hubiéramos podido hacer”. Allí mismo hicieron una petición para que en el próximo Congreso se dé un paso más y haya una conferencia sobre el tema de gays, lesbianas y transexuales cristianos.
También son conscientes de que “la ley es una cosa y la sociedad es otra y, por supuesto, la Iglesia otra. No van caminando todas a la vez. La ley en nuestro país va por delante. Un día sí y otro también hay denuncias por homofobia, ataques a gays y lesbianas que han decidido vivir su relación en libertad, sin miedo, a la vista de los demás… “Tenemos el miedo dentro y vas pensando que a ver si me van a ver. El miedo de tanto tiempo no se quita tan fácilmente”. Nos comentan en el grupo que muchas veces se encuentran con personas que les dicen que ahora está de moda eso de ser gay o lesbiana, Paulina se pone muy seria y Encarnita asiente: “Yo he estado cuarenta años sin poder ir a mi pueblo, he pasado lo que nadie sabe para ocultar mi condición de homosexual y ahora que he salido del armario necesito decirlo”. No es cuestión de moda. Es un derecho ahora reconocido.
MILITANCIA ACTIVA
Durante nuestra conversación voy descubriendo que detrás de estas dos mujeres, sencillas y ya con una cierta edad, hay verdaderamente dos militantes, dos activistas convencidas, quizá con el deseo de que ninguna persona tenga que volver a vivir lo que ellas han vivido; quizá con el deseo de no dar un solo paso atrás en los derechos adquiridos sino más bien ir avanzando en un situación de igualdad con el resto de las personas heterosexuales; quizá con el deseo de que en la Iglesia sean consideradas como personas iguales al resto de creyentes en derechos y obligaciones.
Por eso están en distintos Foros: como creyentes en Redes Cristianas, como homosexuales en la coordinadora de Cataluña de lesbianas, gays y transexuales (LGTB). Desde el año 1983 participan en el Congreso Internacional de cristianos gays y lesbianas que el año pasado se celebró en Barcelona y que el próximo se celebrará en Berlín.
MAYORÍA DE EDAD
Los años van pasando y surge una pregunta: “¿Qué va a ser de nosotras cuando seamos mayores?”. Encarnita y Paulina, junto a otras personas con inquietud social, crean la Fundació Enllaç. En su web (http://www.fundacioenllac.cat/) podemos leer “La Fundación busca proteger la autonomía y la solidaridad de las personas LGBT ante las situaciones de más vulnerabilidad: vejez, pobreza, indefensión, enfermedad… Queremos asegurar que todas las personas LGBT puedan vivir con plena dignidad, sin renunciar a la propia identidad, sea cual sea su situación individual.”
Encarnita y Paulina nos cuentan su experiencia: “La Fundación lleva funcionando tres años y, de las primeras cosas que se está haciendo, una es orientar a las personas mayores sobre cómo hacer testamento vital, realizar las últimas voluntades, gestionar el patrimonio y también sobre el tema de las residencias. En este momento hay una homofobia instalada que no nos permite vivir con libertad nuestros últimos años de vida. Conocemos hombres que han ido a las residencias y porque han pedido estar juntos se han tenido que volver a su casa por no permitirles vivir su vida de pareja. Otros viven en las residencias pero han tenido que volver al armario. Cosa muy triste porque nosotros, los mayores, somos los que más hemos padecido porque hemos sufrido la represión, el rechazo social, hemos padecido las leyes homófobas que teníamos y ahora somos mayores y no sabemos qué va a ser de nosotras”.
La Fundación, en colaboración con el ayuntamiento de Barcelona, hace un curso de formación para cuidadores de personas LTGB, para que cuando nosotras tengamos que ir a la residencia o necesitemos atención en casa, estas personas cuidadoras sepan con quién están tratando y que nosotros no tengamos de nuevo que esconder nuestra condición de homosexual porque si no, no vamos a ser bien tratados”.