Perdóname, Señor, porque en ocasiones me invaden sentimientos y pensamientos negativos y permito que aniden en mí. A veces se trata de la misma tristeza. Dejo que tomen el centro, me regocijo en ellos llegando incluso al abandono. El fruto es ansiedad, negatividad y tristeza, muy propios del mal espíritu. Con el deseo de erradicarlos, buscando los frutos del buen espíritu como paz, positividad y perdón.