¿Nadie es imprescindible?
Nadie es imprescindible. Es una frase que digo y oigo repetir constantemente. Sin embargo, ¿es cierto que nadie es imprescindible? Es claro que en la ausencia de cualquiera, la vida del mundo sigue dando vueltas. ¿Acaso sería el mundo igual si Santa Teresa, San Francisco o el mismo Jesús de Nazaret hubieran sido «prescindibles»? ¿Acaso nuestra oración oculta, la presencia silenciosa o nuestro sentir íntimo y empático por el sufrimiento ajeno son prescindibles? Definitivamente no. Cada gesto, cada palabra o cada acción, por pequeña que nos parezca es IMPRESCINDIBLE. Sin ellas, el mundo sigue, pero ya nunca de la misma manera. Hoy quiero desterrar la prescindibilidad que se nos transmite por los cuatro costados, porque en realidad cada persona es imprescindible.