Jesús estaba expulsando a un demonio a una persona que era muda. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada,
pero algunos de ellos decían: «Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios» (Lucas 11,14-23).
Señor, concédeme no quedarme mudo ante algunas preguntas que me hago y a las que otros me invitan a responder y para las que no sé qué decir. Concede a este pequeño siervo tuyo la elocuencia de responder con alegría y el buen humor para escuchar palabras, quizá desconocidas, sacadas por ti del interior del corazón.