Contemplando a una compañera de trabajo que sufrió un desprendimiento de retina hace seis meses. Tras varias operaciones y seis meses de baja laboral, se ha vuelto a incorporar al trabajo. Me la encontré por casualidad en el autobús de empresa un viernes a última hora. Estaba llorando. Sin saber qué hacer me acerqué, le di dos besos y tras un breve silencio le di otro, le dije «mucho ánimo» y la dejé tranquila para que se desahogara. Sin tener una relación particularmente cercana con ella, se me desgarró el corazón. Hoy le pido a mi Señor por ella, para que la consuele y me ayude a acertar en gestos y palabras de apoyo hacia ella. Para que acierte a vivir y aceptar la nueva vida que se impone ante ella. Vida no deseada, pero aún más digna, si cabe, a ser vivida con mayor intensidad.