En los últimos tiempos no puedo estar más que agradecido.
He tenido la fortuna de regresar nuevamente, luego de 5 años de mi retiro espiritual, al Monasterio de san Isidro de Dueñas en Palencia.
Regresar al silencio es uno de los regalos más hermosos que me hace mi Dios siendo mi vida un espacio donde la palabra es tan importante. Disfruto cada decima de segundo y mi naturaleza exulta.
Es curioso comprobar cómo mi cuerpo calla en los primeros segundos de una forma natural. A mi mente – emoción le cuesta un pelin más (un minuto y poco). Pero es mi alma la que late fuertemente al ritmo de ese silencio de Dios desde el momento cero. Cuando todo mi ser se alinea… el mundo desaparece y la presencia del cielo lo llena todo.
También he tenido la posibilidad de visitar el Monasterio La Cartuja en Granada. Regresar a un recinto de la orden de mi san Bruno volvió a movilizar todo mi ser. No solo de recuerdos en mi paso por esa orden sino con la belleza del propio monasterio con una mezcla de simplicidad y ostentación celestial en sus pinturas y frescos. ¡Sublime!
Y ya más cercano: mi cumpleaños. Día de celebración, día de Amor. Donde mi Cristo ha estado presente, con su sonrisa cada segundo, viendo como su «niño» se sorprendía, y se dejaba sorprender, a cada paso y lo glorificaba.
No alcanza el tiempo de esta vida para ver esa sonrisa divina en tan bello rostro.