C. tiene 45 años, es monja y lesbiana.Participa de Betania en Colores, la agrupación de religiosos homosexuales recién fundada en Madrid.
Varios miembros de la agrupación Betania en Colores se han ofrecido a contarnos quiénes son y por qué participan de las reuniones secretas de esta comunidad de religiosos homosexuales.
¿Quién es usted? Todos los datos que esté dispuesta a hacer público.
Mi nombre es C., tengo 45 años y pertenezco a un ‘instituto de vida secular consagrada’ de inspiración Paulina. Más pistas no me parece prudente dar. En resumen, sería una especie de monja sin velo, es decir, una mujer consagrada a Dios, con los votos propios de los religiosos –obediencia, pobreza y castidad-, pero con una apariencia externa de calle aunque, pensándolo bien, mucho, mucho, no me parezco a Lady Gaga…Hace ya más de 20 años que, por tanto, soy religiosa y mi vida gira en torno a tres pilares: la oración continua, bien en comunidad, bien individual, la participación en los sacramentos, es decir, la unión diaria con Cristo en la Eucaristía, y la ayuda efectiva al prójimo que, gracias a mi comunidad, puedo materializar en ayuda de tipo asistencial. Estudié en su día enfermería, aparte de los estudios teológicos propios de mi condición. Me considero una persona esencialmente feliz, con los altibajos propios de toda persona, si bien he aprendido, en los altos a dar gracias a Dios y en los bajos ponerme en sus manos.
¿Cuándo percibió su tendencia homo-afectivo-sexual? ¿Qué conflicto vivió en su aceptación, si lo hubo?
Desde que, prácticamente, nací. De niña, de muy niña, siempre quise haber nacido niño. Incluso en el colegio, me atraían mucho más los juegos de niños (el fútbol, con sus regates y goles) que los absurdos saltitos a la comba. Las muñecas, con sus vestiditos, me parecían una cursilería al lado del ‘exin-castillos’ o del Escalextric de mi hermano, con el que tanto jugábamos ¡y casi siempre era yo quien ganaba!
Luego vino el despertar sexual y la evidencia de que me atraían más las chicas que los chicos. De forma paralela, sentí la llamada personal que Dios me hacía al estado religioso… fueron años de mucha confusión pero me ayudó mucho algo que, de pasada, me dijo otra religiosa a quien le conté mis tormentos. Fue, curiosamente, la respuesta más normalizada (en términos LGTB) que he escuchado: me dijo algo así como «si te llama Dios, ¿qué más da que te gusten los hombres que las mujeres? Y además –añadió con un guiño- sospecho que Dios tiene más de mujer que de hombre…». Así, ¿quién podía resistirse? Bien, finalmente me metí a monja aunque no todo fue tan fácil ni todas las personas con que me he topado han sido tan razonables. De entrada, fui percibiendo que, dentro de la Iglesia en general, y de mi congregación en particular, el tema sexual es un tabú. Personalmente no tengo por esta cuestión crisis vocacionales, pero sí es cierto que a veces necesito hablar, desfogarme, contar a alguien mis dificultades y, la verdad sea dicha, no todos los consejeros espirituales ni confesores que he tenido han comprendido mi situación.
¿Cómo conoció Betania en Colores?
Conocía directamente a un miembro de Crishmom, que propuso la idea, y entre unos pocos nos dijimos ¡vamos a intentarlo! Antes era asidua el blog que esta persona tenía sobre la cuestión cristianismo y homosexualidad . Por medio de él, me enteré del proyecto de crear una comunidad de religiosos LGTB (aunque, por el momento, aún no he conocido a ninguna religiosa T (Transexual) –que me gustaría hubiera-, ni B (Bisexual), es decir, religiosos que, manteniéndose fieles a su vocación, tengan una común inclinación homosexual y, precisamente por ese motivo, necesiten (necesitemos) estar unidos; unidos para hablar, para escucharnos, para aconsejarnos; unidos para coger fuerzas y seguir caminando adelante; unidos para rezar que es, en definitiva, nuestra profesión.
¿Por qué es miembro?
Betania en Colores no tiene ninguna forma jurídica, no es una asociación ni nada por el estilo, por eso no me considero miembra ni miembro. ¿Por qué participo? Porque creo que no es casualidad que sea lesbiana pues, como creyente, creo que Dios está detrás de todo, también de mi homosexualidad. Y, si es así, si Dios me ha hecho creyente y homosexual, debe ser con algún motivo… pues Dios no da puntadas sin hilo, como decía mi abuela. Es por eso que espero encontrar aquí respuestas; en la oración comunitaria con hermanas y hermanos religiosos y homosexuales tengo esperanzas de que Dios me revele el porqué de las cosas que, tal vez, sea porque hacen falta personas que recen para que las cosas cambien a mejor y los homosexuales seamos plenamente aceptados. Aunque solo sea por esa oración… ¡¡ya vale la pena!!
¿A qué reuniones acude y qué le aportan?
Por el momento, solo puedo acudir a la oración comunitaria de los miércoles, ya que la Eucaristía de los sábados me coincide con la que celebramos en mi Casa. ¿Qué me aporta? No sabría describirlo con palabras pero… está siendo un apuntalamiento de mi propia vocación. Descubrir que no soy única en el mundo, sino que hay otros religiosos homosexuales es… un alivio porque una aprende que la homosexualidad no es un «mal», sino que es algo querido por Dios, una característica, una forma de ser… También me ha ayudado a ganar en amor hacia todos, especialmente en las minorías, a no juzgar a nadie. Si se permite la expresión, me está ayudando a ser ¡mejor cristiana!
¿Cómo es su vida diaria en su congregación en relación a su tendencia homo afectivo sexual?
Lo mantengo en secreto porque no quiero apenar o preocupar a mis hermanas. Tal vez sea una falsa excusa, o quizá una cobardía, pero no considero adecuado exteriorizar mi inclinación. Menos aún cuando tenemos otros problemas cotidianos que lidiar. Únicamente me desahogo con el sacerdote en la confesión. Gracias a Dios en nuestra comunidad tenemos libertad para elegir cura y eso me ha permitido confesarme con alguien que, al menos, escucha y comprende. Perdón que no profundice mucho en esto, pero hay algo de pudor…
¿Qué siente cuando oye a la jerarquía eclesial hablar en contra del matrimonio homosexual o descalificar a las parejas compuestas por personas de un mismo sexo?
Qué quiere que le diga… me duele y mucho porque esas declaraciones no se basan en una mera opinión, sino que están cargadas de odio, violencia, rechazo… Y el cristianismo es una religión que predica justo todo lo contrario: amor, acogida, perdón. Personalmente, no comprendo que la Jerarquía utilice el lenguaje que acostumbra cuando habla de homosexualidad y no use ese mismo tono para hablar contra las guerras, el tráfico de armas, la violencia machista, el fraude fiscal o… ¿puedo mencionar la bicha?: a pederastia.
¿Es la religión católica homófoba? ¿Es la Iglesia homófoba?
Rotundamente, no. Cristo no fue homófobo, luego su religión no puede serlo. Cristo, posiblemente tuvo un encuentro con dos personas que mantenían relaciones homosexuales (el episodio del Centurión y su criado), pues era lo normal entre los soldados romanos y, precisamente, alabó tanto el amor entre estos dos hombres –y su fe-, que la respuesta del Centurión ha pasado a la liturgia de la Misa y todos la repetimos instantes antes de comulgar: «‘Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». Ni siquiera las Epístolas de San Pablo son homófobas, si se interpretan correctamente haciendo uso del método histórico-crítico… En este sentido, debemos reflexionar sobre por qué la Jerarquía, en materia de moral, se está alejando tanto de las fuentes del cristianismo…. Quizá sea un signo de los tiempos de que esta Iglesia nuestra necesita un cambio, aires frescos, necesita…. un Concilio… que nos ayude a ser más fieles a la esencia del amor de Dios.
¿Por qué es necesaria la clandestinidad de un apartamento para sus liturgias?
Porque no podríamos mostrarnos públicamente sin riesgo a ser amonestados por parte de nuestras propias comunidades y, lo que es peor, el sacerdote que nos atiende, correría el riesgo de penas tales como una suspensión canónica en el caso de que su Ordinario (el Arzobispo o alguno de sus Auxiliares) se enterara de que un grupo de religiosos se reúne sin las debidas autorizaciones eclesiásticas. Suena duro, pero así están las cosas en la Iglesia de Madrid.
Comunidad gay e Iglesia, ¿cómo percibe la relación?
Percibo un grito unánime de multitud de asociaciones LGTB-cristianas que piden ser Iglesia. Me parece muy llamativo que estas asociaciones no formen una nueva confesión o una nueva Iglesia, sino que clamen por mantenerse dentro de la Iglesia, pidiendo una justa revisión de los textos que hablan de moral, a la luz del Evangelio. Esto no es otra cosa sino fe y amor a Dios y al prójimo (volvemos a la escena del Cristo y del Centurión). Quizá estos movimientos no sean otra cosa que la voz del Espíritu Santo que sopla indicando una dirección de cambio, de renovación. Desgraciadamente, la relación no es biunívoca y no me consta ninguna simpatía por parte de la Jerarquía. Como mucho, sí que percibo cierta apertura en la mentalidad de algunos religiosos y congregaciones… sin ir más lejos, hace poco se ha defendido una tesina en la Universidad de Comillas sobre la cuestión cristianismo y homosexualidad. Ojalá que sea una brecha, porque únicamente se podrá avanzar desde la teología, desde la reflexión y, por supuesto, desde la oración.
¿Qué le diría a la Archidiócesis o a la Conferencia Episcopal sobre su realidad?
Que, con San Agustín, prediquen el único camino posible: ama y haz lo que quieras.