¡Mirad cómo nos amó el Padre! El amor que nos regaló hasta el punto de llamarnos hijos de Dios y realmente lo somos. El mundo no nos reconoce, porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, se hace santo así como él mismo es santo.