Contemplo a sacerdotes y religiosos que acompañan y atienden a personas, escuchan y se hacen partícipes de penas y alegrías ajenas, que en ocasiones se convierten en las suyas propias. Encuentran su felicidad y sentido haciéndose medios eficaces del amor de Dios. Ejercen el ministerio al que se sienten llamados. Yo no soy religioso ni sacerdote, pero me siento llamado a ejercer un ministerio personal inspirado por Dios para en todo amar y servir.