A lo largo de estos días de Cuaresma se nos van a proponer numerosas prácticas tradicional-mente cuaresmales y profunda-mente religiosas: oración, escucha de la Palabra de Dios, ayuno, limosnas. Todas estas prácticas son medios que durante cientos de años han usado los hombres y mujeres religiosos para abrirse a la experiencia de Dios. Medios que tienen a veces el peligro de encerrarnos en nosotros mismos, o de un refinado orgullo religioso de justificarnos ante Dios y ganarle con nuestros propios méritos. Pero todos estos medios están apuntando a un fin que es la apertura del corazón y de la mente al Padre y a los otros, es decir, la hospitalidad. Por eso, en esta Cuaresma quiero proponeros trabajar como comunidad la hospitalidad.
Practicad la hospitalidad (Rm 12, 13b)
Hospitalidad es acoger al otro, al extraño, en la propia casa, es decir, en lo más profundo del corazón. Cuando salimos de nuestra propia casa para acercarnos al otro nos hacemos vulnerables, salimos de nuestras seguridades para entrar en la intemperie. Al mismo tiempo el que es acogido se introduce en la intimidad del otro, con su carga de temor. El que acoge se puede preguntar ¿Y si no me lo puedo sacar? Y el que es acogido: ¿Y si no puedo salir?
Ser hospitalarios en primer lugar con Dios. Dejarnos sorprender por un Dios extraño que nada tiene que ver con nuestras categorías mentales, con las ideas que nos hemos hecho, o nos han transmitido de él. Tenemos una imagen de Dios desde el Poder, la fuerza, lo maravilloso y milagrero, de tapa agujeros. Y con estas imágenes no podemos dar hospitalidad al Dios de los Evangelios, el Dios de Jesús que se nos ha manifestado ligado al abajamiento, la limitación e impotencia, la vulnerabilidad y el sufrimiento, la pobreza, la oferta no impositiva, la compasión y el perdón. Ojalá que esta Cuaresma seamos capaces de ser hospitalarios con Dios, es decir, vivir hacia Dios una hermosa pasividad que es muy activa y difícil; dejarnos amar, apresar por un Dios que nos resulta extraño porque nada tiene que ver con nuestras imágenes; dejarnos conquistar y convertir por el Dios de Jesús.
La hospitalidad hacia el Dios de Jesús abre necesariamente el corazón hacia los otros. Cuando abrimos nuestra vida a este Dios de Jesús se nos abre la vida al amor incondicional que convierte al lejano en prójimo. En cambio, cuando nuestros dioses nada tienen que ver con el Dios de Jesús, sino con el poder y la lejanía, nosotros mismos nos convertimos en personas ansiosas de poder y dominación, y cerramos nuestro corazón a la hospitalidad y destruimos la comunidad.
Tenemos una gran necesidad en nuestra comunidad de matar a nuestros dioses para convertirnos al Dios de Jesús. La idolatría reinante entre nosotros, y el dios de cada uno, es lo que impide que empecemos a caminar juntos. Sólo desde el Dios de Jesús podemos ponernos al lado de quien no piensa como yo y trabajar en la misma dirección sin necesidad de derrotar al otro para empezar a caminar hacia algo. La experiencia religiosa de cada uno es muy respetable, lo mismo que sus conocimientos teológicos, pero la experiencia del Dios de Jesús se tiene en la comunidad, que es el lugar donde buscar su rostro, porque Dios habita y se manifiesta en medio de su Pueblo.
Pero el otro con el que camino no es que piensa como yo, sino el otro que yo, el hermano que Dios ha puesto a mi lado, con el que sólo puedo ser hospitalario, quererle en su singularidad.
Cuando caemos en la crítica, la murmuración, el juicio, las envidias… estamos cayendo en el gran pecado que es el olvido del otro, el decir que no tiene parte en mi corazón, le negamos la hospitalidad, que es la gran obscenidad, el gran pecado de nuestra comunidad: negar la hospitalidad al extraño, al vulnerable, al que no piensa ni vive ni siente como yo. La arrogancia, que es la antítesis de la humildad, es el mayor obstáculo junto al paternalismo para la comunidad. Frente a filias y fobias hemos de poner fraternidad.
Cuando somos capaces de hospedar una palabra inquietante, ésta nos estimula a ir al otro. ¿Por qué dice lo que dice? Esto es fundamental para entender al otro. Tenemos que descubrir la biografía del hermano con el que no puedo ser hospitalario. ¿Cuáles son sus luchas sus sufrimientos, sus heridas? Si no llegamos a entender la biografía del hermano construimos muros; y lo más inquietante es que nos convencemos que ya no podemos aprender nada de los otros y caemos en el paternalismo, esa opción camuflada de buenas intenciones, que nos lleva a ver a los otros como inferiores, a los que tenemos que guiar. Y dejamos la hospitalidad para convertirnos en pobres hombres que nos creemos superiores a los demás. Sólo a través de la escucha, del diálogo de tú a tú, es posible construir y crecer como comunidad.
Las Iglesias, el mundo, esperan mucho de nuestra comunidad. Muchos hermanos nuestros LGTB están esperando encontrar esa comunidad acogedora donde puedan escuchar la Palabra de Dios sin añadidos LGTBfóbicos. Las Iglesias están esperando profetas que les anuncien que la diversidad sexual es un don de Dios a la humanidad. Nuestros hermanos en América, en Rusia, en África esperan de nosotros que sigamos dando voz a su persecución, a su pobreza, a sus muertes injustas. Y esto lo hacemos entre todos cuando construimos esta comunidad que con sus luces y sombras quiere ser comunidad de hermanos y hermanas al servicio de los últimos.
Quiero invitaros especialmente a la celebración del perdón que tendremos el próximo 13 de Marzo. Será una celebración de acogernos mutuamente, de empezar una nueva aventura, desde el perdón y la hospitalidad.
Gonzalo
Presidente de CRISMHOM
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