María, madre de la fe, no aparece en ningún momento en los evangelios como testigo de la resurrección de Jesús. En quien Dios sustentó su proyecto de Salvación, ¡bendita esperanza! transitó un camino de conversión como el que transitamos cada uno de nosotros. Dios necesitó la humildad y los cuidados de María, como los necesita de cada uno de nosotros para construir su Reino, mostrar su rostro, hacernos ocupar el lugar que nos corresponde como personas y abandonar el lugar que no nos corresponde como esclavos de las cuestiones intrascendentales que gobiernan nuestra vida. ¿Qué lugar ocupa María en nuestra vida?