¿Cómo podríamos atribuirnos algo a nosotros mismos? Nuestra capacidad nos viene de Dios. Incluso nos ha hecho ministros de una nueva alianza, que ya no es cosa de escritos, sino del Espíritu. Porque lo escrito da muerte, mientras que el Espíritu da vida. Cuando se dieron leyes grabadas en tablas de piedra, ese ministerio que llevaba la muerte fue rodeado de gloria, y los israelitas no podían fijar su mirada en el rostro de Moisés a causa de su resplandor, aunque era fugaz. ¡Qué gloria tan grande no les esperará, entonces, a los que comunican el Espíritu!