La oración nos une a Cristo

La oración es una tarea fundamental para los cristianos que el mismo Jesús nos enseñó y encargó especialmente. Durante su vida pública, Cristo, el Maestro, dedicó mucho tiempo a la oración silenciosa y contemplativa. Llegado su tiempo, enseñó a sus discípulos una manera de orar dirigiéndose al Padre para encomendarse en sus manos.

¿Por qué Cristo tiene un lugar especial para la oración el plan de vida de sus seguidores? La respuesta a esta pregunta la podemos encontrar en el modelo de vida que Cristo siguió. En el Evangelio vemos constantemente que Cristo se retira a la montaña o al desierto para orar (Las tentaciones en el desierto: Mt. 4:1-11; Mr. 1.12-13, Lc.4.1-13)

La oración contemplativa de Cristo

Cristo se retira a la soledad del desierto para encontrarse consigo mismo y con la presencia del Padre. De igual modo se prueba a sí mismo su fortaleza. En otra ocasión, vemos que Cristo se retira a la soledad de la montaña para descansar de la multitud que lo seguía. Jesús entra constantemente en estado de recogimiento para meditar sobre su acción salvadora y para estar en contacto con el Padre Celestial.

Pese a sus retiros del mundo, Cristo comunica esta actitud a sus discípulos, y los insta a orar en silencio, contemplación y tranquilidad: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco” (Mc 6, 30-34) De esta forma, Cristo nos lleva a entablar una relación íntima con el Padre por su mediación, que nos invita a la oración y la meditación contemplativa.

La oración nos une a Cristo

El cristiano verdadero es el que sigue una vida semejante a la de Cristo y desea y trabaja por el bien de su prójimo. El cristiano comprometido sigue las enseñanzas de Jesús, quien nos enseñó que la oración es un medio bueno para perfeccionarnos en la virtud y en la comunicación con Dios. Por eso dice Cristo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mt. 26, 41)

Es entonces que la actitud de recogimiento y piedad nos acerca a la vida que Cristo siguió, y al mismo tiempo, nos une con el Padre, como Cristo mismo se unía a Él a través de la oración.

Dediquemos tiempo al recogimiento y a la oración para que podamos llegar a disfrutar de la presencia de Dios, y, posteriormente, verlo en la eternidad.

GabrielGonzález Nares


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